El resultado de la primera vuelta en la elección presidencial ha transformado el panorama político nacional, confirmando que lo que suele suceder no es lo inevitable sino lo inesperado. El enfrentamiento que se perfilaba entre una coalición de izquierda doctrinaria y una versión de derecha tradicional continuista adquirió una configuración diferente con el surgimiento de una candidatura que, hasta hace poco, era percibida como marginal y pintoresca. Una vez se supo lo que había sucedido, amistades latinoamericanas solicitaron mi opinión. Las siguientes reflexiones tratan de colocar en contexto lo que aconteció y de esbozar los lineamientos de la nueva etapa.
La izquierda que representa el Pacto Histórico es diferente a la izquierda no marxista que se conoce en Escandinavia y los Países Bajos como la social democracia. Esa izquierda es compatible con la economía de mercado, la separación de poderes, las libertades individuales, la protección de los derechos humanos y los valores occidentales contemporáneos. También está comprometida con los acuerdos de seguridad colectiva para proteger a las democracias europeas de la Unión Soviética en su momento y de Rusia en la actualidad. Sus instituciones emblemáticas son la Unión Europea y la OTAN.
La izquierda colombiana simpatiza con los regímenes de Cuba y Venezuela, desconfía de la economía de mercado, es estatizante, autoritaria y se siente incómoda con los vínculos económicos y de seguridad del país con las democracias occidentales. Su dirigente no puede ocultar su admiración por Hugo Chávez, su mentor, y su cercanía ideológica con Nicolás Maduro. Así trate ahora de moderar algunas de sus propuestas, esa es la imagen que proyecta a la parte de la opinión pública que no se identifica con la izquierda autoritaria.
La alternativa disponible hasta el domingo 29 era la candidatura de un exalcalde de Medellín que no logró superar su carácter regional, ni su proximidad con el gobierno de derecha de Iván Duque. Tenía el respaldo de los partidos tradicionales y el apoyo, sin demasiado entusiasmo, del sector empresarial. Las encuestas de opinión pronosticaban que, en el caso de llegar a la segunda vuelta, perdería la elección.
El candidato que pasó a la segunda vuelta, exalcalde de Bucaramanga, es un empresario de la construcción sin experiencia gubernamental a nivel nacional, con ideas primitivas acerca de la política económica y el manejo del Estado. El tema central de su campaña en las redes sociales es la lucha contra la corrupción. Este es un eslogan atractivo y un propósito loable. Pero no es suficiente como programa de gobierno. Tal como sucede con su contrincante de izquierda, la fórmula que propone para resolver problemas de cierta complejidad técnica es la aplicación de voluntad política.
El país quería que hubiera un cambio significativo. Ahora queda con la disyuntiva