Analistas 28/11/2019

Vientos Bolivarianos

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

Las manifestaciones de inconformidad social en varios países suramericanos han sido celebradas por los dirigentes del Socialismo del Siglo XXI. En un momento de euforia llegaron a pensar que la revolución bolivariana estaba en vísperas de triunfos que transformarían la geopolítica regional. Los acontecimientos violentos en Quito, a raíz de la eliminación de los subsidios a los combustibles, colocaron al presidente Lenin Moreno a la defensiva. La desestabilización del gobierno habría conducido al regreso al poder de Rafael Correa, un aliado del régimen de Nicolás Maduro.

Ese escenario no se hizo realidad. Los gobiernos democráticos regionales expresaron su respaldo al Presidente Moreno. La medida de eliminación de subsidios a los combustibles se derogó. A pesar de las dificultades fiscales resultantes, el gobierno se sostiene. Las discrepancias políticas se siguen tramitando de acuerdo a las normas institucionales. Ecuador se retiró de Unasur y está en proceso de adherirse a la Alianza del Pacífico.

En Chile, la irrupción de violencia generalizada que produjo el incremento del pasaje en el Metro de Santiago sorprendió a propios y extraños. Luego de una respuesta inicial desafortunada, el presidente Sebastián Piñera ha pedido disculpas, ha reconocido errores y ha puesto en marcha un proceso de reformas económicas, sociales e institucionales significativas. La destrucción de infraestructura urbana y los daños causados a establecimientos comerciales conllevan un costo elevado. Pero el movimiento de insatisfacción popular no logró convertirse en una fuerza con capacidad de desestabilizar al país.

En donde la protesta ciudadana por unas elecciones fraudulentas sí condujo a un cambio de gobierno fue en Bolivia. En contra de la restricción constitucional a un máximo de dos períodos presidenciales consecutivos, y habiendo perdido un referendo para permitir una reelección adicional, Evo Morales decidió perpetuarse en el poder. Se postuló para un cuarto período en las elecciones del 20 de octubre. El resultado inicial con el cual ganaba era insuficiente para evitar una segunda vuelta, la cual probablemente perdería.

La manipulación de los datos electorales para asegurarle el triunfo en la primera vuelta produjo una explosión de protesta por parte de la oposición, a la cual se unieron sindicatos, mineros y policías. La oferta de repetir las elecciones resultó insuficiente para detener el descontento. La negativa de las Fuerzas Armadas a reprimir la protesta popular tuvo como resultado la renuncia de Evo Morales y su salida de Bolivia para asilarse en México. El gobierno interino ha convocado a elecciones, en las cuales, con el consentimiento de su propio partido, el Movimiento al Socialismo, no podrá participar Evo Morales como candidato.

Este es un ejemplo de la manera como la desmesura conduce a la catástrofe. De haberse retirado al concluir dos mandatos legales, Evo Morales sería percibido como un estadista latinoamericano. La ambición de poder lo ha consignado a la categoría de caudillo fracasado, rencoroso e irrelevante.

Bolivia, con un PIB de US$40.000 millones, adquirió importancia simbólica como aliado bolivariano. El infortunio de Evo Morales es un retroceso serio para el régimen venezolano.

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