Llevamos semanas, meses, años oyendo hablar de gas, gas natural, y no le hemos prestado atención realmente. Nos basta con que haya gas en la casa, que revisen las instalaciones -lo cual es molesto pero necesario- y que la factura no se nos pase para pagarla -porque la reconexión es más costosa que el mismo consumo. Pero esto ya no es tan cierto. La factura no es tan fácil de pagar, ya nos preguntamos si seguirá subiendo el cobro mensual y si habrá cortes de gas. Parece algo ajeno escuchar que tal vez algunas industrias no van a tener acceso a este energético, y nos resulta lejano pensar que esto afecte el empleo, o preguntarnos si será verdad que los taxis convertidos tendrán limitaciones en las estaciones de servicio, o si el comercio verá afectado su suministro. También se dice que el gas está relacionado con la generación de electricidad en el futuro y, por supuesto, con el aumento de la tarifa mensual. Nos informan que el gas doméstico, que es el que se produce en Colombia (no en la casa), ya no es suficiente. Pero tranquilos, que lo traeremos importado, que para eso tenemos una regasificadora, sea lo que eso signifique. No logramos identificar que se trata de un barco gigantesco, parado en un punto de entrada al sistema de gas -similar a los cruceros de las películas que parecen ciudades flotantes- y que a su vez recibe pequeños barcos de gas líquido que lo alimentan frecuentemente en un ciclo de entregas internacionales. Y claro está, este gas es más caro, por supuesto. Pero nos alertan y nos dicen que tampoco es suficiente. De nuevo, tranquilos, que tiene solución: van a instalar varios de esos mega barcos para traer todo el gas que necesitarán algunos usuarios. Solo que no nos dicen para cuándo ni qué pasará si se demoran. Habrá gas, pero no para todos, solo para los usuarios esenciales. Y nos quedamos tranquilos, porque creemos ser parte de esos usuarios privilegiados, que pagarán más pero tendrán asegurado el gas. Los demás no son nuestro problema, que se las arreglen, insisten. Y así nos van llevando y nos vamos conformando. Al fin y al cabo, creemos que no es nuestro problema. El problema es que sí es nuestro problema. Todos los usuarios de gas en Colombia somos esenciales, no solo porque tenemos derecho a él, sino porque lo necesitamos. Debemos estar atentos y ojalá opinando, así evitaremos que se pierda demanda, es decir, usuarios, y que nos cobren más a los que quedamos. Si el gas es limitado, si no es suficiente o si esta nueva inyección internacional no llega a tiempo, debemos estar cubiertos. Es decir, mientras haya escasez de gas, debemos exigir un precio techo al gas nacional, un precio máximo que evite la especulación, la prevenga, nos proteja y nos cuide. No es cierto que esto demore más la inversión, porque no es un tope al precio del gas importado, sino al que ya producimos aquí. Y un precio máximo no es arbitrario si se fija adecuadamente. Si no, ¿para qué existirían las entidades de regulación en el mundo? El mejor precio que podemos pedir es el mismo que nos paga Ecopetrol a los ciudadanos por el gas de regalías y el que Ecopetrol compra como usuario. El Gobierno sabe cuál es este precio, y por lo tanto debería ser consecuente entre lo que anuncia y lo que finalmente adopta. Mi llamado es a que cuidemos nuestros recursos. Entre más caro sea el gas, más altas las tarifas de electricidad y más dinero será necesario para cubrir los subsidios en ambos servicios. Debemos actuar, exigir, porque el tiempo es dinero, y las demoras en las decisiones son costosas, tanto o más que las malas decisiones.