Preocupa que el presidente, Gustavo Petro, no haya limitado ni publica ni privadamente, hasta ahora, al pastor Alfredo Saade, hoy por hoy el radical más vertiginoso del Gobierno.
¿Qué está haciendo Saade? Un pastor de la Costa Caribe que fue precandidato presidencial por el Pacto Histórico ha resultado ser uno de los voceros informales del Gobierno con los mayores disparates y alucinaciones políticas sin que nadie le diga “no”.
Saade tiene su “poder” político a partir de su grupo de pastores e iglesias cristianas en Valledupar. Durante la campaña y los debates televisivos fue más moderado que lo que mostraban sus trinos. Pero ahora ha llevado camisetas hablando de constituyentes a los discursos del Presidente desde el balcón de Casa de Nariño. Lo último que dijo es que hay que cerrar el Congreso ante la negativa para aprobar la reforma laboral.
Estos discursos no le hacen bien al Gobierno ni a su estrategia de comunicaciones. Mucho menos ahora que las encuestas muestran un viraje hacia el centro y la derecha, producto de escándalos de aparentes hechos de corrupción que nadie esperaba en el Gobierno del Cambio. “No fueron emprendedores”, dijo Armando Benedetti sobre la financiación en el Atlántico.
La gran pregunta es qué está haciendo Saade en el Gobierno, cuál es su rol y por qué nadie lo ataja. Pasa sus días en Bogotá en restaurantes de la zona G y la UNP le acaba de quitar un esquema de seguridad (¿por cual riesgo?) razón por la que hizo un enorme escándalo irremediable y acusó al director de esa entidad como si alguien quisiera hacerle daño.
Hace unos días Saade subió una foto a su cuenta personal de Twitter asegurando que trabajaría en adelante con Gestión del Riesgo. Sin decir en qué cargo, qué salario y por qué razón una persona, cuya experiencia es en las iglesias cristianas y en las campañas políticas en los últimos meses, tendría facultades para trabajar en una entidad que debe ser especialmente técnica y no política, aún con el paso previo del ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, y las intenciones de Julián Bedoya y María Eugenia Lopera.
La hoja de vida de Saade no está en Función Pública ni en el Sigep. Por lo que no es claro qué hace en la entidad, cuánto gana y cuáles son sus informes de gestiones.
De lo que sí no queda duda es que Saade se dedica a insultar a los medios de comunicación, propagar noticias falsas y hacer una defensa incansable del Presidente, pasando por proponer el cierre del Congreso en lo que, se pretende, debería ser una democracia liberal.
Saade es radical, insensato y violento en sus expresiones. Pero lejos de limitarlo o de llamarlo al orden, el Presidente le ha dado rt a varios de sus trinos incendiarios.
La propuesta de cerrar el Congreso no es un chiste ni una alegoría. Ni siquiera es un argumento. Es una estupidez, pero una estupidez peligrosa. La democracia corre riesgo cuando se dicen cosas estúpidas y tremendamente ilógicas e insensatas, pero ya a nadie le parece una sorpresa.
El presidente, Gustavo Petro, debería apartarse de Saade y aclarar que ni él, ni su Gobierno, ni sus funcionarios están interesados en el cierre del Congreso, que sería el cierre institucional de la democracia en Colombia. Y también deberían explicarnos a los ciudadanos qué hace Saade en Gestión del Riesgo, cuánto gana y cuáles son sus resultados.