La alcaldesa de Bogotá comienza ya su candidatura presidencial. Está claro que Claudia López será una de las mujeres que correrá por la Casa de Nariño en 2026. Eso explica que en los últimos meses se haya distanciado del presidente Gustavo Petro, leyendo bien las encuestas y entendiendo la realidad política del país. Hay quienes dicen que el péndulo iría hacia la derecha extrema; yo en cambio creo que la opción de centro se puede consolidar en rechazo a las últimas dos opciones que gobernaron y que han sido las más desaprobadas tras sus administraciones, faltándole tres años al actual mandatario.
Claudia es difícil de leer políticamente. Definitivamente, no está en la izquierda en lo que tiene que ver con la economía, aunque su administración en Bogotá demuestra políticas asistencialistas con buenos resultados. Definitivamente, no está en la derecha para lo que tiene que ver con lo social, aunque en los últimos meses denotó actitudes populistas culpando a los jueces de liberar a los ladrones, pidiendo más cárceles y exigiéndole al presidente mano dura en seguridad para esquivar sus malos resultados en Bogotá. Al principio de su administración también culpó a los ciudadanos venezolanos de la mayoría de los crímenes y empoderó la xenofobia, algo que hacen en Europa los partidos de extrema derecha. No la izquierda.
Ninguno de los temas anteriores se explica fácil. Ni el de la justicia, ni el de la seguridad, ni el de los migrantes, pero en muchas oportunidades la alcaldesa eligió evadir las explicaciones académicas que hacen las discusiones más complejas elaborando la multiplicad de factores que tienen parte en los problemas y eligió el populismo. Uno de ellos que usó la alcaldesa con claridad en su discurso fue el populismo punitivo. La alcaldesa atacó en muchas oportunidades a la rama judicial sobresimplificando el problema del procedimiento, sin explicar que muchas veces la Policía es la que falla en las capturas.
Claudia es amiga de una parte de la élite empresarial y compinche de casi todos los periodistas. En los medios recibe aplausos muy fácil y muy poca crítica. Recuerdo que en la campaña a la Alcaldía le pregunté por qué un sector de su Partido estaba apoyando a Nicolás García para la Gobernación de Cundinamarca, si este era el candidato de Rey al que ella había denunciado con Carlos Fernando Galán por el volteo de tierras. Me contestó: “sobre mi cadáver el Verde apoya a Nicolás García”. No solamente el Verde sí apoyó a Nicolás García, que resultó ser un buen gobernador, sino que se volvieron grandes amigos.
Por todos estos motivos, es muy difícil leer a Claudia López. Ha demostrado que su pragmatismo en política, le gusta el poder, es más relevante que la ideología. La alcaldesa hizo buenas políticas públicas en transferencias para el hambre, el programa jóvenes a la U, y las manzanas cuidadoras con cifras importantes de escalamiento social. En infraestructura hizo prácticamente todo lo que dijo que no iba a hacer porque era de Peñalosa, salvo un par de vías.
Pero el verdadero talón de Aquiles de la alcaldesa Claudia López es la mermelada. En los círculos políticos de Bogotá parece claro que algunos concejales habrían recibido decenas o centenares de cuotas en forma de contratistas por prestación de servicios para garantizar su reelección y pasar los proyectos de acuerdo favorables a la administración.
Samir Abisambra es el concejal más votado del Partido Liberal, solo que nadie lo conoce. No sale en medios, no da entrevistas, no hace redes, no tiene voto de opinión. Pero sacó 50.000 votos en las elecciones. Una barbaridad.
Esto no es nuevo. Lo denunciaron los propios copartidarios de López en el Concejo. Si la alcaldesa quiere ser presidente, es bueno que aclare cuál es su relación política con Abisambra y cómo fue que manejó esta Alcaldía a los concejales tan obsecuentes y poco críticos a su gestión. Nosotros también lo expondremos.