Muchos en redes sociales me han cuestionado con dureza cuando he dicho cosas que me siguen pareciendo ciertas: que el Presidente de la República no es un delincuente; que el Presidente debe terminar su periodo en agosto de 2026; y que el presidente Petro merece respeto porque su elección fue legítima, mayoritaria y democrática y ostenta la dignidad presidencial.
Esos tres hechos, en los cuales me ratifico, no significan que el Presidente esté exento de cuestionamientos o que las personas más poderosas de su Gobierno no deban responder preguntas, así como se ha hecho sobre todos los presidentes y sobre todos los círculos del poder en administraciones anteriores. Pero las actuaciones confusas del Gobierno de los últimos meses sí nos llevan hacia un laberinto que es difícil de descifrar, propio de una administración impredecible en todos los temas, como ha sido la de Petro.
El Presidente, por ejemplo, envió al retiro a un alto número de altos mandos en las fuerzas militares y la policía, obviando toda la experiencia de carreras que le podían aportar muchísimas garantías en el terreno operacional, mucho más en un momento de orden público tan difícil. Las agencias más importantes en términos de seguridad de su Gobierno están en manos de personas de su entera confianza, pero que no necesariamente trasladan esa confianza al país.
Y, finalmente, los ataques a la prensa han sido los más duros desde que inició su Gobierno, aunque nunca han parado. No hace falta recordar las andanadas en contra de Ricardo Calderón por sus informes impecables en Caracol Televisión, o contra la Revista Semana cuando esta publicó investigaciones que relacionaban a su hijo Nicolás Petro con hechos de posible corrupción.
El Presidente dice siempre en cada discurso que es un demócrata contrario a sus antecesores, pero olvida que una condición ineludible de la democracia es el respeto por la prensa. El periodismo, que por supuesto comete errores, debe tener todas las garantías para ejercer su labor, las investigaciones, y las críticas a la administración a las que haya lugar.
Además, el Presidente puso a hablar a todo el país de una Asamblea Nacional Constituyente; luego se retractó y culpó también a la prensa de sus propias palabras pero en las últimas semanas abandonó el concepto. Habló durante todo el primer semestre de este año de un golpe blando, de un bloqueo institucional, incluso dijo “golpe de Estado” refiriéndose al expresidente Santos, un Nobel de Paz, pero lejos de eso su balance en el Congreso es mucho más dulce que agrio.
Petro hasta ahora se ha caracterizado por ser impredecible y por moverse mejor en aguas turbias, en los escándalos y en la ferocidad. Dos años después del inicio de su mandato, nadie sabe para dónde va, qué hará, y cuáles serán sus planes. Pero todos esperamos que en el respeto de la dignidad de su cargo, el mandatario también respete la democracia.