¿Qué es lo que quiere hacer el presidente de la República con su propuesta del poder constituyente que hasta ahora nadie logra descifrar? En medio de una de las crisis más difíciles de orden público que ha atravesado el país con banderas del ELN colocadas por todas las regiones, soldados muriendo en minas plantadas, el negocio del narcotráfico más vivo que nunca en el Cauca y Jamundí, y las disidencias de las Farc cometiendo actos terroristas casi que cada semana, el presidente ha querido dar el debate otra vez de una constituyente. El problema es que nadie entiende a lo que se refiere y el salvador de su interpretación es ahora el designado ministro Juan Fernando Cristo, un político santista tradicional en Norte de Santander, al que hasta finales de mayo este le parecía un muy mal Gobierno, justamente por la constituyente que, decía, era un “pérdida de tiempo inviable”.
Aunque Petro dio un discurso incoherente hace semanas en el que acusó a la prensa de tergiversarlo en su concepto de la Constituyente, Cristo el salvador trató de explicar que en realidad Petro sí se refiere a una Asamblea Nacional Constituyente, debidamente radicada al Congreso, aunque Petro haya dicho en todos los escenarios y formas que no; que su concepto es el del poder constituyente, o sea, quién sabe qué.
Es decir, sí pero no, así sí pero de otra forma, y todo al mismo tiempo en el sentido contrario. Primero, Petro dijo en Puerto Rellena que el país “debía ir hacia una Asamblea Nacional Constituyente”, luego hace solo unos días dijo que no era una Asamblea Constituyente “como había dicho la prensa”, sino que se trata del “poder constituyente”, y ahora el ministro dice que ni más faltaba, que este Gobierno respetuoso de las instituciones y la Constitución del 91, a la que está poniendo en riesgo, quiere abrir la conversación sobre una Constituyente pero dentro del camino institucional y en el marco de los procedimientos establecidos para realizar esa convocatoria. ¿A qué juegan?
Quizás el ministro Cristo no ha entendido que el haber aceptado esa responsabilidad significa correr el riesgo de terminar recordado en la historia como el hombre que puso en la cuerda floja a uno de los textos constitucionales más garantistas y avanzados del mundo.
Pero hay otra secuencia decisiones que no se entienden en los planes del presidente. Los cambios de su gabinete fueron moderados cuando todos pensábamos que le iba a dar cabida a los activistas, tal como sucedió en las últimas modificaciones con los ministros y directores de entidades más sensatos y conocedores de sus sectores que fueron reemplazados por hombres y mujeres más activistas y cercanos al corazón de Petro.
Para todos es claro que una ministra como Ángela María Buitrago no se prestaría para una constituyente y menos fuera de la ley. Cristo, ya no sabemos, pero los otros cambios de esta semana envían un mensaje de moderación y quizás de lograr un gabinete de unidad.
Entonces, ¿por qué aceptó el ministro Cristo?, ¿cree que va a estar en la capacidad de atajar a Petro, de convertirse en el hombre sensato de este Gobierno? Parece francamente que no estuviera viviendo en Colombia. Eso mismo creyeron Ocampo, Gaviria, González, López, y Umaña. Y la verdad es que el presidente ha llegado a creer que su poder es tan grande que no le importa caminar por las calles de otra ciudad tomado de la mano de una mujer que no es su esposa. Lo que piensen de él y de sus planes le resbala, está claro.
La corrupción en el Gobierno no le importa, los escándalos lo tienen sin cuidado, las leyes mal hechas y pasadas a los machetazos tampoco. Mucho menos le va a importar un ministro más o uno menos que no se adapte a sus planes originales. Vamos a ver cuánto dura Cristo y cuán dispuesto está a ser la persona encargada de echar a la basura la Constitución del 91, un logro en Derechos Humanos, derechos fundamentales y derechos democráticos. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, señor ministro.