Lo que está pasando con la contienda electoral anticipada del 2026 es sumamente interesante. Hay, sin embargo, algo que no se entiende. ¿Cuál es la razón detrás de la renuncia de Vicky Dávila a la Revista Semana en noviembre, si se decía que iba a ser cerca de marzo?, ¿qué lo anticipó?
Dávila tomó una decisión con la que el país la estuvo calculando todo el 2024. Fue sin dudas la protagonista de los escándalos más duros contra el Gobierno; la entrevista a Day Vásquez, la entrevista en la Fiscalía a Nicolás Petro una vez este fue capturado; el caso de Marelbys Meza; detalles de la Ungrd; y los poderosos audios entre Armando Benedetti y Laura Sarabia. Todos fueron escándalos enormes y afectaron al Gobierno. Pero también hubo errores: la portada sobre los supuestos $5.000 millones de Petro en el apartamento de Laura Sarabia y las denuncias de las irregularidades en la primera línea del Metro que tampoco se probaron.
Dávila también puso propuestas de frente que acaba de recuperar para la campaña, como la del impuesto transversal a ricos, clase media y personas en condición de pobreza del 10, 10, 10.
Es claro que la periodista, con más de 30 años de una carrera profesional honesta y meritoria, tiene ventajas sobre casi todos sus competidores. Y también una gran debilidad. La ventaja más importante es que seguramente es la candidata que tiene más reconocimiento en el país; es decir las personas ven su rostro y saben quién es, conocen su nombre y su trayectoria. Lleva siendo la cara de las noticias por tres décadas y eso significa impacto. Dávila también genera emociones en los colombianos que no tienen una convicción ideológica definida, sino problemas, sobre todo económicos, y en la derecha porque es vista como la crítica más dura del presidente Gustavo Petro, quien le dio él mismo ese lugar.
Su mayor desventaja es justamente esa. Desde la izquierda y la centro izquierda puede llegar a ser junto a María Fernanda Cabal la candidata que más distancia genera porque tiene una percepción en esos sectores de ser extremadamente radical y de haber cometido errores desde el periodismo para empujar su propia campaña. La desventaja más pequeña, pero no menos importante, es que no tiene capital político en las regiones: es decir, casi que todos los electores de Dávila serían votantes de opinión pero Vicky, al aterrizar hasta ahora en la política electoral, no tiene bases ni gobernantes locales que la ayuden a organizarse. Y en Colombia está visto que la organización de bases electorales también gana elecciones. Un ejemplo relevante es Barranquilla.
En estrategia de discurso su posición es muy evidente. Vicky quiere ser leída como la “outsider” y la “mujer del pueblo”, con el ejemplo exitoso de Javier Milei que ganó atacando a lo que él llamó “la casta” de la política Argentina, y Vicky empieza a llamar “los delfines que tienen finca en Anapoima”.
Otra de las desventajas es el desconocimiento de la administración pública. El Estado hiperpresidencialista en Colombia es un mosntruo que no termina de explorarse nunca. Por eso es importante saberse rodear de asesores. Pero, sobretodo, de asesores que no se conviertan en “yes man” y la destaquen únicamente en sus cualidades. Vicky va a poner a jugar a la derecha. En la carrera de las nominaciones en ese sector le va ganando a todos y si escoge una fórmula de centro o hasta de centro izquierda que le permita mostrarse más moderada, dispuesta al consenso y con la intención de pasar la página de la polarización, podría seriamente llegar a la segunda vuelta. Pero de aquí a allá falta mucho trabajo y parece que Vicky está muy segura de que va a llegar. En Colombia nunca se sabe.