El poder del presidente es también su discurso y ahora sus alocuciones repetidas en las que la mentira abierta parece ser un derrotero. En cada discurso de odio Petro parece confirmar que su sueño fue ser presidente para establecer la pugnacidad.
Hay que advertirlo con claridad. Si algún medio de comunicación sufre en las próximas semanas o meses algún hecho violento, el responsable será el presidente Gustavo Petro por sus palabras que son dinamita en un país con grupos armados (algunos cercanos a su causa) con presencia en casi todas las regiones del país.
A este paso el legado de Petro será la división y los discursos de la conspiración y la “manipulación mental”. Su falta de responsabilidad y de altura con el momento de Colombia es alarmante. Es el perfecto ejemplo de un líder que usa mal su talento más especial: el de la persuasión. Petro sabe que sus palabras calan y son poderosas y por eso las usa contra todos a los que considera enemigos. “La oligarquía, los dueños del capital, los medios hegemónicos”, etc. Al presidente no le interesa la complejidad del mundo ni su entendimiento, tampoco el acuerdo ni las discusiones de dos partes. Su Gobierno es un monosílabo repetitivo de victimización infinita y persecución. Y de escándalos.
Todo esto lleva a pensar que realmente Petro no quería ser presidente, que es un trabajo sobre todo para buscar la unidad, la sensatez y las soluciones a los problemas de un país entre todos los actores de la sociedad. Nadie dice que las fricciones políticas no deban generarse, pero llevar la estabilidad a riesgo de violencia es anti presidencial.
A Petro nadie lo debe tocar, nadie lo debe tumbar, ni el CNE ni el Congreso (y no es que no puedan, esas son las reglas de la democracia). Sus permanentes referencias a Allende son preocupantes. Es como si ese fuera su deseo más interior. Pasar a la historia de esa manera, así nadie esté interesado en volverlo un mártir.
Colombia es más importante que Petro y debería votar en el 26 por una opción moderada y sensata superando esta época difícil de crispación, inestabilidad, y violencia discursiva, que está a un paso de convertirse en la violencia física animada por un mandatario. El legado de Petro será el de ser recordado como el presidente que propuso el odio como respuesta a los problemas del país. Lamentable.