En los pasillos del poder se escucha cada vez más un nombre misterioso. Se trata de Fernando Garcés, un hombre del que se ha empezado a escuchar con extrañeza.
Dicen fuentes en Barranquilla, en donde se mueve muy bien, que sus escoltas son numerosos y en los círculos políticos su figura no es desconocida. La pregunta es por qué se ha vuelto tan importante en el poder y especialmente en el poder de la Casa de Nariño. También en algunos entes de control.
Garcés ha sido visto caminando en el Congreso y en las calles del corazón del centro de Bogotá en donde todos saben quién es quién y a qué se dedica. Y tendría influencia en varios ministerios y entidades en donde se deciden asuntos de presupuesto y contratación.
Sería más fácil creer que se trata de simples rumores, pero una alta funcionaria de la Presidencia me confirmó que es su “amigo” y que ha estado dentro de la Casa de Nariño. “Este es un palacio de puertas abiertas”, me dijo.
Otro presidente de una entidad central del Gobierno me confirmó que lo conoció a través de un amigo suyo. Indudablemente es un hombre de muchos amigos. El problema de siempre con los amigos es que hay buenos, hay malos, y hay problemáticos.
El señor Garcés podría ser todas las anteriores. En todo caso parece un fantasma. Sabemos quién es porque tenemos su nombre, pocos lo han visto, pero, curiosamente, quienes lo identifican se lo han encontrado en los lugares en los que pocos tienen acceso.
“Es un hombre de buenas maneras y un tipo entrador, por eso tiene acceso”, me dijo otra persona que lo conoce. No hay fotografías suyas, no tiene redes sociales expuestas, no hay un perfil de LinkedIn sobre el misterioso Fernando. Se sabe que es cercano a un reconocido abogado y que conoce cómo moverse en el mundo de los tiburones sin sangrar para no ser visto.
Pero si el señor Garcés es tan irrelevante, ¿qué ha estado haciendo en Palacio?, ¿con quién se ha reunido allí?, ¿quiénes son sus amigos en la Casa de Nariño?
Ya tenemos varios nombres. No vaya a ser que el señor Garcés un día resulte en algún escándalo y no nos acordemos cuáles eran sus amigos y protectores.
Hasta hoy no hay mucho más, solo una presencia extraña de un hombre misterioso que sabe administrar su anonimato. No tiene ningún rol o papel en la administración pero sí pasa fácil a todas partes y tiene muchos buenos amigos en el Gobierno y en otras instituciones del poder.
Hay en todo caso varias personas que, me dicen, tiemblan cuando se les pregunta por él. Pero otra vez, ¿por qué?
¿Qué es lo que tiene el silencioso Fernando?, ¿tendrá que ver algo con contratación o con lobby?, ¿para quién? Preguntas que son necesarias y que el presidente Gustavo Petro debería empezar a hacer a su círculo más próximo.