El presidente Gustavo Petro está desorientado. El Gobierno terminó 2023 sin cambio alguno en el gabinete y la indecisión del mandatario para conformar un mejor equipo que tenga conocimiento y experiencia en la gestión pasa una enorme factura. Como era predecible, la distancia del mandatario con los gobernantes locales que acaban de posesionarse tiene consecuencias importantes en términos de política pública y de planes de desarrollo. La primera noticia es la improvisación absurda y el hecho bochornoso de los Panamericanos 2027, pero vendrán más desconexiones que empatarán a los ciudadanos.

Gustavo Petro está presente en la vida pública nacional si se trata de trinar. Su asesoría de comunicaciones parece no haberle dicho que Twitter (X) es un universo pequeño, sobrevalorado y una burbuja que ni siquiera tiene la mayor parte de la tajada en el consumo digital, todo lo contrario. Es la plataforma más pequeña en consumo digital de información, pero sirve para la controversia política y para figurar.

Nadie sabe qué pasa en Palacio, pero no se entiende tal nivel de desconexión del Presidente. ¿El Mandatario de verdad cree que la desaprobación a su gestión es un invento de las encuestadoras?, ¿Cómo esperan no tener unos resultados pésimos en cómo la sociedad está leyendo su Gobierno si cada semana nos enteramos de un nuevo escándalo o un error de gestión incalculable?

Un buen líder no es quien inventa conceptos etéreos y poéticos como el de “esparcir el virus de la vida por las estrellas del universo” y habla fuerte con tono demagógico frente a las masas. Un buen líder es el que concreta objetivos, entrega resultados, y se regocija en la humildad. Hoy, a año y medio de la llegada de Petro al poder, parece que su Gobierno se trata de discursos y controversias. Todos sus directores de entidades son activistas que proponen la división en las redes sociales; los ministros no entregan resultados en los frentes que necesitan más ambición, y en un país con gente absolutamente brillante y experimentada, solo hay una persona en el Gobierno que parece tener la sensatez suficiente para cohesionar, unir sectores y poner a marchar el barco. Sin hablar del nepotismo y los escándalos de su hijo porque no alcanzaría ninguna columna.

Cada vez que el Presidente enfrenta un escándalo, la respuesta es responsabilizar a la prensa, los empresarios o a la oposición. Parece que lo único bien gestionado hoy por el Gobierno es la bodega de Twitter (X) que sumerge al país en una ola de violencia digital cada vez más difícil. Para salir de esta crisis, el Presidente debería llamar a una reunión nacional para un acuerdo de país. Sentarse con Char, Fico, Galán, Eder, Dumek, Vargas Lleras, Uribe, Claudia López y otros líderes representativos de sus regiones, por supuesto también las periferias, pero además con ciudadanos críticos y con el sector privado. Él mismo liderando conversaciones en regiones de donde se acuerde presupuesto y proyectos conjuntos. Eso es lo que hace un buen líder; unir alrededor de causas conjuntas. En vez de eso, prefiere quedarse trinando respondiéndole a ciudadanos que dicen cualquier cosa mientras los sueños del país se van en la ineficiencia.

El primer gobierno de izquierda en Colombia está dejando un muy mal precedente. Esto puede ser bueno y malo para el país. Bueno porque quizás los ciudadanos se den cuenta que entre los extremos que proponen la polarización, el odio y los escándalos, una opción de centro es la única alternativa. Malo porque los populismos de derecha también están aprovechando muy fácil la agenda Petro y la gente está indignada. Ningún populismo es la respuesta a los problemas. Ni el populismo de los virus de la vida por las estrellas del universo, ni el populismo del autoritarismo que se justifica en la seguridad.

El único responsable del oso internacional con los juegos panamericanos en Barranquilla es el presidente Petro; fue él quien escogió a su gabinete. Indudablemente la ministra de Deporte se tiene que ir.