Invertir en arte: mejor que en acciones
Yo siempre he sido un enamorado del arte. Cuando adquirí mi primera obra de Botero, hace cuatro o cinco años, un dibujo de la serie El gran Burundún Burundá ha muerto (1961) estaba tan emocionado porque tenía en mis manos una obra muy particular, con esas características que hacen que Botero sea un exponente universal y único en el mundo.
Sentí, sin ser un experto en el tema, que el artista empezaba a mostrar en ese dibujo, rasgos de lo que más adelante lo catapultaría a la fama y al éxito mundial: unos dedos gordos, unas formas bastante curiosas, que daban aviso de la etapa inicial de lo que sería una poderosa evolución artística. Tener la obra me hizo ser testigo de esa historia, de esa transformación: y eso es lo que transmite el arte, el arte es magia.
Creo que el arte es una de las cosas más valiosas del mundo y pienso que invertir en arte es un buen negocio, incluso mejor que invertir en acciones o en vivienda.
Lo primero es que cuando se compra arte curado se tiene una inversión en dólares importante. El arte curado no se puede multiplicar, es por eso que cuando se adquiere una obra, no existen muchas reproducciones de la misma y esto aumenta su valor. Cuando se compra un apartamento es posible que mañana haya otro edificio más grande que reciba más ofertas. En el caso de las acciones, estas dependen de las decisiones financieras de la gerencia y si estas decisiones son malas, se cae todo el sistema. El arte se puede mover, lo que ayuda a movilizar la riqueza de una manera ágil si lo necesita el mercado, pero tiene una debilidad: no es líquido.
Si me preguntan, ¿vale la pena invertir en arte? Yo diría: ¡A ojos cerrados!, pero que sea arte consolidado. El arte tiene una demanda inelástica, esto quiere decir que, si el artista es muy bueno no puede multiplicar las obras, y la tendencia es a que el precio suba, porque la demanda de producción es limitada y la oferta, que es lo que determina el precio de los activos, generalmente va a permitir que estos precios de las obras se mantengan altos.
Un artista empieza siendo decorativo, después se vuelve emergente, ese artista emergente puede convertirse en maestro, pero después viene lo mejor: los artistas que se venden internacionalmente, los que se hacen maestros subastables y, por último, en el peldaño más alto, están Dalí, Miró, Van Gogh y todos esos genios que han dejado su huella en la historia, como nuestro Botero, uno de esos exponentes que se identifica por darle al mundo su sello particular.
Una vez me preguntaron ¿por qué invertir en Colombia? Mi respuesta fue que más allá de invertir en Colombia, debemos invertir en los colombianos. Pienso que, si vemos el arte como una buena inversión, vamos a mover toda una cadena de valor que inicia por apostarle al crecimiento de nuestros artistas. Así, en unos años, tendremos más Boteros, maestros que se reconozcan en Colombia, pero también en Brasil, China, Etiopía, Australia, Rusia, Arabia Saudita, Egipto, Francia o en cualquier parte del mundo.
¿Qué pasaría si en el mundo no se prestara plata para comprar vehículos?, posiblemente seríamos como Cuba, pocos carros, carros viejos y poco líquidos. Esto me puso a pensar que al arte en el mundo le hace falta el reto de crear una financiera especializada que ayude a darle la oportunidad a muchas más personas de que puedan invertir en arte curado como medio para aumentar su riqueza.