Los resultados de la economía del tercer trimestre del año dieron cuenta de una paulatina recuperación de la actividad productiva, un proceso impulsado por la flexibilización de las medidas decretadas para contener los contagios, las cuales han permitido mayor dinamismo de la demanda interna y la producción empresarial.
Pese a que las cifras demuestran que lo peor parece haber quedado atrás, los esfuerzos del Gobierno en materia de política económica deben persistir para mantener la balanza inclinada hacia una pronta recuperación, donde se maximicen los efectos de las políticas ya decretadas.
El PIB decreció 9% real anual el trimestre pasado, una recuperación de 6,8 puntos porcentuales frente al resultado del segundo trimestre (-15,8%), un dato que resultó de alguna forma sorpresivo frente a lo esperado por el mercado ( -8,2%). Sin embargo, estos resultados reflejan que, pese a que aún prevalece la desaceleración en la mayoría de los sectores productivos, las medidas de reactivación han logrado que todos ellos presenten mejoras frente al trimestre anterior.
Así, se resalta la notoria recuperación de la industria, que pasó de contraerse 25,4% en el segundo trimestre a decrecer 7,2% en el tercero. Para finales de este año, se espera que la política económica encaminada a habilitar recursos para promover la adquisición de capital de trabajo y cubrir los costos de nómina sostengan la industria del país, la cual seguirá su curso de mejoría en los próximos meses.
El comercio, por su parte, pasó de contraerse 34,1% a hacerlo a ritmos de 20,1% en el mismo período. La flexibilización de las restricciones, junto con la sinergia entre los comercios y las alcaldías locales, han permitido mayores aperturas y mejores resultados. Indudablemente, actividades como el día sin IVA y el impulso del e-commerce permitirán un mayor dinamismo en el último trimestre del año.
Para 2021, las expectativas de crecimiento económico apuntan a mejores resultados, con un crecimiento que bordearía 4,3% frente a la contracción de 7,3% esperada para 2020. Estas previsiones se soportan en un balance de riesgos positivo, donde predomina (i) la continuidad de la reapertura, (ii) las bajas probabilidades de nuevos cierres gracias a la controlada ocupación de UCI, (iii) los efectos rezagados de la política monetaria expansiva que se ha venido ejecutando desde marzo, (iv) la prórroga del “ingreso solidario” hasta 2021, (v) la estabilización del precio del petróleo, (vi) la gestión prudente de las finanzas públicas y, desde luego, (vii) las perspectivas positivas en el clima empresarial que suscita el desarrollo de las primeras vacunas.
Pese a lo anterior, persisten riesgos negativos para 2021. Entre ellos se encuentra la pérdida de tracción en la economía de nuestros socios comerciales, la preocupante debilidad en el mercado laboral, las decisiones de las calificadoras sobre el grado de inversión, que van atadas a los impactos y al timing de la tan necesaria reforma tributaria y, por supuesto, la posibilidad (ojalá marginal) de una nueva oleada de contagios que amerite nuevos confinamientos.
Los esfuerzos realizados hasta ahora tanto en el sector público como en el privado para generar incentivos a la reactivación ya se ven materializados. Falta, sin embargo, un largo camino por recorrer en el proceso de recuperación, y de allí que el llamado sea a fortalecer el cuidado solidario en materia sanitaria, lo que permitirá mantener acotadas la probabilidades de nuevas medidas restrictivas que comprometan las reaperturas que tanto les han costado a los sectores productivos.