Analistas 22/03/2023

¿Cumbre para la Paz?

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

El caluroso recibimiento ayer en Moscú del presidente de China, Xi Jinping, por parte de su homologo ruso, Vladímir Putin, justo después de la orden de captura contra este último, emitida por la Corte Penal Internacional por delitos de lesa humanidad, demuestra el grado de cercanía entre estas dos potencias. Ambos líderes se refieren al otro como ”querido amigo” y China ha evitado condenar directamente la invasión a Ucrania, presentando un plan de paz lleno de lugares comunes como hablar de respetar la integridad territorial pero señalando la expansión de la Otan como determinante del conflicto. El hecho es que esta reunión demuestra que Beijing ampliará sus relaciones comerciales con su “buen vecino” y “socio confiable”. La pregunta es que tanto presionará Xi Jinping para buscar un final a un conflicto que ha afectado el comercio y las cadenas mundiales de suministro, de las cuales su país tanto depende. Una guerra brutal y sin sentido, que Rusia no ganará y en las cual todo el mundo pierde.

El camino que se recorrió para llegar a este punto ha sido largo y de un giro impresionante. En 1969 China y la Unión Soviética casi van a la guerra por un conflicto fronterizo, lo que llevó al régimen Maoísta a buscar seguridad en Occidente, lo que terminó con la visita del presidente Richard Nixon y la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y el gigante asiático. La apertura capitalista de Deng Liaoning, aunque marcada por la represión brutal de los manifestantes en la plaza de Tiannamen, llevó a pensar a muchos que el desarrollo económico de China llevaría invariablemente a una mayor democratización de su sociedad y de su política.

Esto no ocurrió y por el contrario ahora Europa y Norteamérica la consideran un adversario estratégico. Países como Japón y Corea del Sur se sienten amenazados. Ni hablar de Taiwán que tiene sobre su cabeza la espada de Damocles de una invasión si intenta declararse como país independiente. Es en este contexto donde se da su acercamiento con Rusia, como un contrapeso a las alianzas de Washington con varios países de su entorno regional, que tanto preocupan a Beijing. Ayuda bastante que ambos regímenes son autocracias con mandatarios perpetuados en el poder.

Pero si uno observa con atención la actitud de China, se da cuenta de que su posición es bastante particular toda vez que, si bien condena las sanciones impuestas a Moscú, su gobierno y sus compañías han tenido extremo cuidado en no violarlas. Lo que es bastante pragmático ya que Rusia está muy rezagada entre sus principales socios comerciales, que no son otros que la Unión Europea y Estados Unidos precisamente. Al final estamos hablando de una economía debilitada por las sanciones y supremamente estresada por la guerra, que no alcanza a estar ni en las primeras diez potencias por Producto Interno Bruto. China, en cambio, está sólidamente consolidada como la segunda potencia mundial tanto en el ámbito económico como en el ámbito militar. Lo único que Rusia lidera es en cabezas nucleares, que sería impensable que entren en juego.

Ahora bien, es muy probable que no nos enteremos de las conversaciones privadas de esta cumbre, pero si hay un país que puede prevalecer sobre Putin para hacerlo entrar en razón, es China, su principal socio comercial y único aliado importante que le queda. Y si Xi Jinping logra avanzar en este frente, se consagraría como un estadista y no solo como el hombre fuerte de Beijing. Si nada pasa, quiere decir entonces que dos autócratas se acercan más en sus visiones estratégicas defensivas, pero Rusia siendo el beneficiario sin ofrecer nada a cambio.

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