Analistas 26/10/2022

El mercado no perdona

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Lo que anhelaba Liz Truss, la saliente primer ministro del Reino Unido, parecía bastante simple; inducir el crecimiento mediante recorte de impuestos y mayor deuda. Pero con un déficit ya bastante elevado, una deuda de 85% de su PIB, y con las tasas en subida, no contó con la respuesta de los mercados, que no se hizo esperar. La libra esterlina se desplomó hasta llegar a casi paridad con el dólar, y el Banco de Inglaterra se vio forzado a intervenir. Ante este desbarajuste, los gobernantes conservadores, con su popularidad en picada, forzaron a la señora Truss a renunciar, y ahora su oponente, Rishi Sunak, crítico de sus recetas fiscales, se prepara para asumir como primer ministro. La libra recuperó parte de su pérdida, pero los mercados, ya serenados, aún esperan el programa del nuevo gobierno.

Pasemos ahora a Colombia, país distinto y con democracia presidencialista y no parlamentaria. Pero igual los mercados se expresan, y aquí nos vienen gritando desde la elección de Gustavo Petro como presidente de la República. La discusión se ha centrado en la tasa de cambio. A pesar de los pronunciamientos equivocados de Palacio con sus engañosas fechas de referencia, y entendiendo que la devaluación de las monedas globales frente al dólar ha sido constante, el hecho que estemos a un pelín de llegar a $5.000 por dólar sí es culpa del gobierno, especialmente de los mensajes negativos y/o confusos del propio Jefe de Estado. La pura verdad es que somos la segunda moneda más devaluada del mundo desde junio 19 y la discusión es si nos supera Argentina o Ghana. Valiente consuelo.

Ahora bien, no podíamos evitar la devaluación. Nuestra continua debilidad sigue siendo la necesidad de financiación externa al tener un déficit de cuenta corriente de 5,1% del PIB. Pero los flujos de capital durante lo corrido del año seguían en dirección nuestra, aún cuando se habían tornado negativos en el resto del mundo. La confianza se mantenía, entro otras cosas por nuestras espectaculares tasas de crecimiento, alcanzando 10,6% el año pasado y este año con expectativas de acercarnos a 7%, aun en medio de una desaceleración global. Es decir, nuestra devaluación, inevitable como era, podría haber sido mucho, pero mucho más suave. Y como resultado, nos hemos empobrecido frente al resto del mundo, la confianza se está perdiendo a pasos agigantados, y la factura está todavía por llegar en inflación más pronunciada, al encarecerse los insumos y alimentos que provienen del exterior.

De nuevo…son las señales mismas del Presidente al no revisar su descabellada política de no explorar más hidrocarburos, al insinuar un control de cambios, o cuando cuestiona al Banco de la República por tratar de controlar la inflación. Más incertidumbre causa aun cuando enfila su retórica, tanto en Colombia como en Naciones Unidas, contra nuestro principal aliado y socio comercial como son los Estados Unidos. Tampoco es solo la tasa de cambio que revela la pérdida de confianza; el Embi que es el índice de riesgo país, y la curva de rendimientos de los TES también lo muestran.

Pero a diferencia del Reino Unido, donde los parlamentarios de un partido mayoritario resolvieron ponerle fin al caos y buscar otras salidas, aquí dependemos de que el mismo Presidente recapacite por el bien del país y de su gobierno. Y que escuche a su propio Ministro de Hacienda. Mientras tanto, los medios, los analistas sensatos, la oposición y, sobretodo, la ciudadanía marchante tendrán que mantener la presión constante. De no hacerlo, nos van a twittear hasta los $6.000 por dólar.

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