La invasión a Ucrania por parte de Rusia es un “hecho trascendental” en la historia mundial. Es la primera vez que se desata una guerra a gran escala en el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial, y significa que vuelve una nueva Guerra Fría, pero esta vez acompañada de todas las herramientas de una guerra económica. En últimas, Rusia va a perder, y la razón no solo tiene que ver con sus dificultades en el campo de batalla, sino con las grandes asimetrías que presenta con sus contrincantes…es decir Occidente.
Cuando se piensa en Occidente se piensa en Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido, y Canadá. Esto de hecho ya es un bloque gigantesco con un PIB combinado rondando los US$40 billones. Pero es que Occidente dejó de ser una mención geográfica, para abarcar ya a las democracias avanzadas del mundo, y ahí tendríamos que sumar Japón, Corea del Sur, Israel, Australia, Taiwán, Singapur, y Nueva Zelandia, así como Suiza y Noruega que no pertenecen a la Unión Europea. Hasta aquí ya la suma del PIB supera los US$50 billones. Habría que tener en cuenta sus gastos combinados en defensa que fácilmente superan el US$1 billón y su población llega a los 1.150 millones de habitantes. ¡Un bloque económico formidable!
Miremos ahora qué ofrece Rusia, que siempre me ha sorprendido por su capacidad de interferir y hacer daño, pero recuerdo siempre que es la primera potencia nuclear por número de bombas atómicas. Putin preside un país de 149 millones de habitantes con un PIB que en 2020 era de US$1,5 billones.
Es decir, 3% del bloque de Occidente que se opone a su disparatada aventura en Ucrania y que va a hacer todo, excepto enfrentar a Rusia en combate, para que fracase. Su presupuesto de defensa era aproximadamente de US$65.000 millones para sostener unas Fuerzas Armadas de 900.000 hombres. Y con miles de cabezas nucleares es cierto. Pero con una economía más pequeña que la de Brasil y Canadá, y hoy posiblemente superada hasta por Australia y España.
Lo que Putin no anticipó fue la unificación de Occidente frente a su actuar violento y descarado. Y no fue solo los gobiernos que se coordinaron como nunca en una serie de sanciones económicas demoledoras que aislarán y erosionarán la economía rusa. Fue un clamor de la opinión mundial que reaccionó con estupefacción y rabia al ver una democracia atacada y a un pueblo valiente defendiendo su patria con fiereza. Acertado estuvo el heroico Presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, al usar la metáfora del ataque a Pearl Harbor, porque su efecto fue el mismo…despertar un gigante.
No hay duda que la maquina de guerra desplegada por Moscú es significativamente mayor que la que dispone Kiev. Pero a juzgar por los resultados, Ucrania no podrá ser tomada. Ni siquiera su capital y sus ciudades más grandes han sucumbido. Y el flujo de ayuda letal de Occidente apenas está empezando. Las bajas en el lado ruso ya se cuentan en decenas de miles y vamos poco más de un mes en una guerra que promete ser larga y desgastante, sobre todo para Putin quien es el único responsable de lo ocurrido.
Pero el mundo no será el mismo después del 24 de febrero. Las democracias liberales entendieron que se tienen que unir y enfrentar las arremetidas y las ambiciones territoriales de regímenes totalitarios que no respetan soberanías ni libertades. Es un mensaje incluso para China que representa un contrincante formidable con un PIB de US$17,7 billones y con 1.400 millones de habitantes, pero que depende del comercio para su prosperidad. Occidente está alerta y está mostrando sus dientes.