Las estimaciones asertivas en materia de PIB Potencial, entendido este como el crecimiento que alcanzaría una economía haciendo un uso pleno de todos los factores productivos sin generar presiones inflacionarias, resultan desde luego relevantes para la política económica. Dada su importancia, las aproximaciones en torno a esa variable “no observable” han generado debate recientemente en la medida en que algunas voces han señalado que el PIB potencial en Colombia habría presentado una drástica disminución tras la fuerte caída de los términos de intercambio asociada al choque en los precios del petróleo del periodo 2014-2016.
Y es que si bien antes de 2014 existía cierto consenso por parte de la mayoría de los analistas en que el nivel de crecimiento potencial de la economía colombiana se ubicaba por encima de 4,5% anual, ahora que las tasas de crecimiento económico rondan 2,0% la discusión es distinta y las estimaciones de algunos analistas arrojan cifras más cercanas a 3,0%-3,3%, o incluso inferiores.
Estas posturas y discusiones no han sido por supuesto ajenas a los protagonistas de política pública económica y de allí que el Banco de la República, en buena hora, haya propiciado un espacio de discusión en el cual participaron activamente los centros de pensamiento más importantes del país, la academia y los sectores público y privado.
A la luz de dicho debate, se debe señalar que si bien existen diferentes metodologías para estimar el crecimiento potencial, la literatura ha reconocido que el grado de discrecionalidad sobre los supuestos en que se soportan los cálculos influye desde luego en la precisión de los resultados. No obstante, también se ha evidenciado que los métodos con características estructurales no solo son menos sensibles a dicha discrecionalidad, sino que resultan también ser menos sensibles a los ciclos económicos, los que les proporciona un mayor grado de robustez.
En efecto, las estimaciones del crecimiento potencial para el caso colombiano a través de métodos estructurales y teóricos parece ubicarse hoy en niveles cercanos a 3,8%, tan sólo de 10-20 pb por debajo de los niveles que exhibía cuatro años atrás. Estos resultados permiten anotar que aquellas estimaciones que señalaban un PIB potencial de 4,5%-5,5% durante el boom minero energético, así como las que hoy señalan niveles en torno a 3,0%, parecen estar sobredimensionando los efectos del ciclo económico.
Por su parte, los análisis en materia de inversión y competitividad son ilustrativos en señalar que los niveles de productividad de una economía parecen ser uno de los elementos de mayor relevancia en la senda de crecimiento potencial. Estos resultados invitan a reiterar que si como país queremos incrementar nuestro crecimiento potencial y lograr sendas de desarrollo sostenido, resulta imperativo encarar los grandes lastres en materia de productividad y competitividad a través de reformas que disminuyan las brechas en capital humano, mejoren los indicadores logísticos y flexibilicen los flujos de factores.
Si bien estos debates son desde luego bienvenidos, también nos invitan a entablar discusiones amplias sobre las variables estructurales asociadas a la productividad, al acervo y la calidad de la inversión, así como la composición y estructura del mercado laboral dada la importancia de generar evaluaciones rigurosas sobre una variable fundamental para la formulación de la política económica.