Resulta a veces imposible ser espectador, incluso opinando, mientras las instituciones democráticas de la Nación se ven socavadas por una política del balcón que desconoce la separación de poderes como estructura vital de nuestra democracia.
Da rabia e impotencia cuando nuestros activos más preciados como un buen sistema de salud, se busca destruir en vez de mejorarlo, con la complicidad de personas y partidos que juraron defenderlo.
Vimos caer 15% el valor de la empresa más importante de todos los colombianos, Ecopetrol, por las declaraciones irresponsables de un ejecutivo, que en verdad solo dejó en claro lo que el Presidente y su Ministra de Minas ya habían anunciado. El valor perdido fue equivalente a una reforma tributaria corriente. ¡No hay derecho a tanta estupidez y demagogia!
Y vienen por más; por nuestro ahorro pensional y por hacer más rígida y costosa nuestra estructura laboral, para favorecer a unos pocos, disparando así la informalidad y el desempleo. Esto se da cuando las noticias en el frente económico no son alentadoras.
El crecimiento de 3% en el primer trimestre fue por debajo de lo esperado y muestra tendencia a una pronunciada desaceleración. Más preocupante aún, la formación bruta de capital cae 10,3% mientras la compra de maquinarias y equipos se reduce en 8% frente al año pasado.
Al mismo tiempo la inflación todavía no se estabiliza y la autoridad monetaria por lo consiguiente no relaja la presión en los intereses. Es decir, estamos ad-portas de un remezón económico. Ante esto, es hora de actuar.
Actuar no puede limitarse solo a opinar y participar en marchas de rechazo a políticas fallidas. Es claro que, a pesar del éxito de nuestras movilizaciones, que han superado con creces a las convocadas por el régimen, esto poco o nada les importa.
Al fin y al cabo, de este lado no hay desmanes, violencia, vandalismo, ni agresiones contra la fuerza pública. Tampoco han cobrado sensatez frente a las recientes mediciones de opinión que hacen evidente el rechazo y el descontento de la población. Se aferran a su consigna desgastada que fueron elegidos para el cambio.
En lo que tiene que ver con sus nuevos aliados, que hacen posible su agenda legislativa, seguramente le apuntan a que 2026 está muy lejano y que el electorado olvidará para entonces. Mientras tanto, aunque desprovistos de ministerios, mantienen cuotas de poder en viceministerios, institutos y entidades descentralizadas. Hacen solo un mero esfuerzo por aparecer independientes y con criterio. Pero hay manera de marcar un punto de inflexión porque si bien 2026 está lejos, octubre 29 de este año está cerca.
Ese domingo otoñal, el gobierno puede perder en las plazas de Bogotá, Medellín, Cali, así como las gobernaciones de Antioquia, Valle, y Cundinamarca. Y sin recuperar Atlántico y Barranquilla claro está.
El golpe sería demoledor y marcaría las elecciones venideras. Esto es algo que sí entenderían las fuerzas políticas que siguen aspirando a un plato de lentejas, toda vez que pone en peligro su poder frente a la perspectiva de una muy disminuida representación. Pero requerirá de mucha coordinación y compromiso por parte de todas las fuerzas opositoras, así como dejar de lado egos innecesarios en este momento.
Muchos nos veremos obligados a ser más activos en la manera de participar y de pronto dar el paso para aspirar a espacios de poder donde podamos hacer la diferencia. Porque desde lo local, podríamos encontrar el camino para rescatar el país nacional y preservar nuestra democracia y prosperidad.