La clave es la demanda externa
Entiendo que muchos economistas estén alarmados por el incremento del gasto primario (gastos corrientes y de capital excluyendo intereses sobre la deuda) del Gobierno Nacional Central. Este pasó, según cifras de Minhacienda, de 15,8% del PIB en 2019, a 19% en 2020, y se proyecta a 21,9% en este año. Pero frente a las necesidades generadas por la pandemia, no había otra opción. Es más, muchos países de la región, como Perú y Chile, tuvieron mayores incrementos. Ni hablar de Europa o Estados Unidos. Lo que me sorprende es que la discusión este centrada sobre la sostenibilidad del Gobierno y no sobre la competitividad del país. Y si bien todo parece indicar que la demanda interna nos llevará a un crecimiento por encima de 4% en 2021, lo que no cuadra en la ecuación es por qué la demanda externa no está jugando un papel mayor, que nos haga crecer muy por encima de 5% o más.
¿Por qué creo en la demanda externa como un factor clave en el crecimiento? Porque se están dando todos los factores para que por fin salgamos del letargo exportador y aprovechemos especialmente lo que está pasando en Estados Unidos. Solo consideremos el efecto del último paquete de estimulo del Presidente Biden por US$1,9 billones, que suma casi US$6 billones de gasto adicional desde el comienzo de la crisis. Esto llevó a Bank of America a elevar en febrero sus proyecciones de crecimiento a 6,5% este año, quedándose corto ayer frente a las proyecciones de Goldman Sachs que las disparó a 8%. ¡De nuevo…8%! Me pregunto…cómo va a jugar esto en una economía que vio su demanda externa contraerse en 6,2% el año pasado. ¿De qué magnitud será el rebote este año, y qué podría significar para Colombia, que siempre ha tenido al vecino del norte como nuestro principal mercado exportador? ¿Y cuando todo indica que las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China se van a mantener…cuál es el potencial de nearshoring que se nos abre para inversión y manufactura norteamericana relocalizada?
Claramente la papaya está servida. El problema es que nuestro track record en los últimos 20 años nos dificulta el reto de partirla y comerla. Tenemos ya casi todos los acuerdos comerciales necesarios y, aun así, nuestras exportaciones, ya sea por temas de logística y/o de infraestructura, no repuntan. El año pasado sumaron US$31.000 millones (11,4% del PIB), frente a 2019 que llegaron a US$39.000 millones (12,2% del PIB). Y no podemos culpar a la pandemia ya que en 2014 alcanzaron US$54.000 millones (14,3% del PIB). Lo importante acá es que, aun tomando las cifras del año antepasado, nuestro aparato exportador tiene exactamente la misma importancia que tenía en 2002, cuando el país comenzó una etapa de rápido crecimiento económico. Ese año las exportaciones eran 12,2% del PIB.
Increíble es que la hoja de ruta está trazada, pues contamos ya con innumerables y muy completos estudios de los gremios, la academia, y los tanques de pensamiento. El mismo Gobierno ha hecho sus diagnósticos a través de Planeación Nacional, y debo reconocer el gran esfuerzo realizado en la última década tanto en infraestructura como en destrabar trámites y nudos gordianos en “la última milla”. Es innegable que hemos avanzado, pero si nuestros competidores regionales lo han hecho más rápido, podemos estar en un peor lugar desde la óptica de competitividad. Aun así, hoy, dentro de Latam, con la excepción de México en términos geográficos, estamos mejor posicionados para aprovechar el mayor boom económico en Estados Unidos desde 1951. Si solo supiéramos aprovechar esa demanda externa que se viene…