No hay duda de que Bukele es el presidente referente en temas de seguridad a nivel de América Latina y quizás a nivel global. Su lucha sin cuartel contra las maras criminales que operaban a sus anchas en El Salvador y sus resultados le han dado un status legendario, ya que en un lustro la tasa de homicidios por 100.000 habitantes pasó de 61,59 en 2018 antes de su elección, a una proyección, según Semana, de 2,31 en el 2023.
Una asombrosa reducción de 96%. Esto saca definitivamente al país de la lista de los 20 más peligrosos del mundo. Pero también le da las bases para un despegue económico.
El reto ahora para Bukele es que su “milagro” en seguridad se convierta en un “milagro” económico. Ya logró que sus resultados fueran conocidos en toda la región, en no menor medida porque Gustavo Petro, torpemente, eligió confrontarlo.
Lo que sigue es transformar la economía, y ahí puede aprender mucho del libreto llevado a cabo en el Gobierno de Álvaro Uribe quien logró incrementos promedios del PIB de 5,42% entre 2003 y 2007, después de su posesión y antes de la crisis financiera mundial. Pero claro, hubo políticas de crecimiento con incentivos tributarios, sobre todo en el sector turístico.
Mientras tanto, el récord económico postpandemia en El Salvador no ha sido tan estelar, porque si bien en 2021 se dio un rebote de 10,3% del PIB, casi igual al de Colombia, las cifras de 2022 se proyectan en 2,8% lo que es bastante bajo si se compara con nuestro crecimiento de 7,5% según el Dane.
Es obvio entonces que hay que trabajar en el clima de inversiones, porque unos resultados de ese calibre en temas de seguridad deberían producir mejores réditos económicos. Podría empezar por dejar la absurda política de reconocer a ciertas criptomonedas como medios legítimos de pago.
En Colombia, tenemos ahora una situación bastante diferente. Si bien nuestros crecimientos del PIB han sido formidables postpandemia, el frenazo anticipado para este año será brutal. The Economist lo calcula en 1,6%. Y contrario a El Salvador, nuestra tasa de homicidios por 100.000 habitantes se ha mantenido por encima de 20 en los últimos años, llegando a 26,8 en 2021 para bajar apenas levemente a 23,69 en 2022.
En buena parte debido al narcotráfico, cuyas principales bandas están ahora sujetos de negociación por parte del gobierno en su búsqueda de Paz Total. No augura esta política buenos resultados, además porque parte de la premisa falsa que tener una postura firme y agresiva contra los violentos y criminales significaría un baño de sangre. No tiene que ser así y no fue así con Bukele. Una serie constante de operativos policiales y militares rápidos y bien coordinados pueden hacer mucha mella como lo vimos en el pasado.
Pero en Colombia esto no va a ocurrir con el actual Gobierno. Y ya nos empieza a pasar factura, tanto en lo económico como en la seguridad, que ya se empieza a deteriorar notoriamente. Esto crea un círculo vicioso donde esa sensación de inseguridad crea incertidumbre económica, y esta incertidumbre a su vez provoca ralentización en la inversión y/o salida de talento humano y capitales en el exterior.
Y mientras tanto, nuestro Presidente, enfrascado en escándalos familiares que involucran a su campaña, distrae a la opinión con peleas con Bukele y acuerdos con Maduro. Cuando lo que necesitamos es que el mandatario aterrice en Colombia y sus problemas principales que son la economía lenta y la inseguridad rampante.