La cereza en el pastel del avance de la izquierda en nuestro continente fue la elección de Lula en Brasil tras haber logrado la Presidencia de Colombia con Gustavo Petro. Si miramos el mapa, toda Suramérica está siendo gobernada por esta tendencia, salvo en Ecuador, Paraguay, Uruguay, Guyana, y Surinam, estos últimos países menores en área o población. La pregunta sería si esto es un fenómeno consolidado o no, y qué dinámicas tendrían esfuerzos conjuntos entre estos gobiernos en temas transversales, tanto económicos como políticos.
Mi respuesta, con algunas reservas, es que esto no es un fenómeno consolidado. Primero, anotemos que los márgenes de victoria en las elecciones recientes de Perú, Colombia y Brasil, fueron bastante estrechos. Vemos también como la popularidad del Presidente Boric en Chile se fue a pique tras la presentación de un texto constituyente confuso y difuso, que tuvo un rechazo electoral apabullante. Ni hablar de la gobernabilidad de Pedro Castillo en Perú, que pende de un hilo sin mayorías en el Congreso, y marcado por la improvisación y hechos de corrupción.
Ahora bien, mis reservas se enfocan a gobiernos que han utilizado el poder para socavar la democracia y volverse dictatoriales como Venezuela, o para coartar la libertad de prensa como los Kirchner en Argentina o Correa en Ecuador. Estas reservas también se extienden a Colombia, donde mayorías en el Legislativo pueden dar pie a que el sistema de pesos y contrapesos no opere adecuadamente. Ya hemos visto ataques a la prensa por sectores cercanos al gobierno, si bien no se ha traducido en mordaza o intervenciones. Hasta ahora.
Si nos enfocamos a que pueden hacer estos gobiernos en su conjunto, lo más positivo que podrían construir es un acercamiento entre Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Si bien ninguno de los dos bloques ha funcionado muy bien, se han dado avances en regulación tarifaria y aranceles, entre otros, que podrían beneficiar a todos los países con una mayor escala en tamaño del mercado. Lamentablemente, la ideología de estos gobiernos ha estado históricamente más del lado del proteccionismo que de la integración económica real.
Otra iniciativa que diría mucho del discurso ambientalista de la izquierda es un esfuerzo conjunto para defender los ecosistemas críticos de los Andes y la selva Amazónica. En el tema de la Amazonía tanto el presidente Petro como el Presidente Lula tendrían un liderazgo natural, si no fuera porque el primero insiste en amarrarlo al cese de la exploración y explotación de combustibles fósiles, o a la legalización de las drogas. Esperemos, entonces, que sea en la lucha contra la deforestación donde tengamos una luz de esperanza.
Lo que sí sería terrorífico es desenterrar el cadáver de Unasur, que nació para aislar a Estados Unidos, y como un contrapeso al establecido liderazgo de la OEA y sus objetivos de defender la justicia y la democracia en la región, tan anatemas al régimen de Maduro. Porque si algo constituyera un triunfo para la región, sería devolverle la democracia a Venezuela, y revertir su legado de corrupción, pobreza, represión y desplazamiento masivo.
El hecho es que raramente nuestro continente había estado tan marcado por gobiernos de izquierda. Pero en un ambiente mundial tan retador, con decrecimiento generalizado y alta inflación, se necesitarán acciones que dinamicen las economías a través de mayor productividad, mayor comercio y mayor atracción de inversión. Y es precisamente en estos aspectos donde esta ideología en particular ha mostrado su mayor debilidad. Por esta razón, creo que el péndulo les jugará en contra en las elecciones venideras.