Si existe un elemento que caracteriza el sentido de progreso en cualquier sociedad es el de que sus habitantes lleguen a ser propietarios de una vivienda digna. Este, además de ser un sueño válido y plausible, es un factor fundamental en la agenda de política pública dado su rol en los procesos de desarrollo y bienestar.
Las dinámicas económicas y sociales son, no obstante, cambiantes, y de allí que para que Colombia pueda materializar rápidamente avances en materia de vivienda, se requiere que el sector público y privado interioricen, conjuntamente, los cambios en los patrones de demanda que se vienen manifestando. Esta tarea cobra singular importancia en un contexto como el actual, caracterizado por importantes transformaciones en las tendencias de consumo e interacción social, enmarcadas en nuevos patrones generacionales (millennial) y en los acelerados avances en materia de digitalización, tecnología y comunicaciones.
En efecto, las aproximaciones y esfuerzos realizados para cuantificar el impacto de los cambios en las decisiones de los hogares indican que sí hay nuevos patrones por analizar y tener en cuenta. Por ejemplo, los hogares colombianos ahora son más pequeños que hace 15 años. Mientras en 2003 un hogar estaba conformado por 3,9 personas en promedio, en 2017 dicho indicador descendió 3,27 personas. Esto se debe a que los hogares de 1 o 2 personas aumentaron su participación dentro del espectro de hogares colombianos, mientras que los de 3 o más personas se ha reducido.
También se evidenció que la tenencia de vivienda propia totalmente pagada se incrementó en los últimos años de 41,6% a 45,2%, mientras que la opción de arriendo disminuyó. Muestra de ello es que, durante 2017, el 65% de los hogares que compraron vivienda lo hicieron por primera vez. De otro lado, el metraje promedio de las viviendas ha venido reduciéndose, no solo por la disminución en el tamaño de los hogares sino también por privilegiar, a costa del metraje, la cercanía al sector donde los miembros del hogar desarrollan sus actividades. Este punto sugiere la significativa relevancia que tiene, por tanto, la movilidad a la hora de elegir el inmueble e incluso el uso de medios alternativos de transporte amigables con el medio ambiente, un atributo que viene ganando terreno en la decisión de elegir una vivienda y en el desarrollo mismo de los territorios.
Estas nuevas realidades deberán ser digeridas por los diversos actores del sector, pues solo incorporando acertadamente estas nuevas tendencias dentro del diseño tanto de las viviendas como de las ciudades, se podrán atender adecuadamente estas nuevas realidades sociales. Sin duda, el conocimiento sobre el mercado debe incluir la concepción misma de ciudad y su desarrollo de cara a las necesidades de ordenamiento y competitividad que se demandan hoy en día.
El papel de los hacedores de política pública es, desde luego, fundamental. El correcto direccionamiento de las medidas de política en materia de ordenamiento, financiamiento y estabilidad jurídica en todos los procesos que conlleva la oferta y demanda de vivienda, así como en la formulación de estrategias y nuevos programas para atender a cada vez más colombianos, resulta necesario para atacar la deficiencia de vivienda formal que aqueja al país.
En suma, el llamado no puede ser otro sino a situar al consumidor en el centro del mercado, de forma que la coordinación entre el diseño de los proyectos, las alternativas de financiación y el papel del sector público permita atender, de forma asertiva, la demanda de vivienda de esta nueva era.