Promoviendo la educación financiera
Una de las características de la sociedad moderna consiste en promover sobre las personas la toma de decisiones basadas en conocimientos que se van renovando de manera acelerada. Esta situación se hace palpable en las distintas esferas que rodean a los consumidores y, por tanto, la relacionada con el sector financiero no es la excepción. Aunque la apropiación del conocimiento puede provenir de distintas fuentes, la de mayor impacto surge a partir de la educación.
Específicamente, la educación financiera permite promover vínculos más eficientes y con menores riesgos entre la oferta y demanda por productos financieros. La historia ha sido aleccionadora sobre los impactos que se pueden generar debido a la debilidad de las competencias financieras. Una situación que no excluye, ni exime la responsabilidad del sector financiero para poner a disposición de la población la más clara, completa y relevante información sobre los productos y servicios que ofrece.
Una tendencia natural del mercado financiero es el vertiginoso aumento y sofisticación de los productos y servicios que ofrece. En este contexto es fundamental que los clientes y potenciales usuarios posean las herramientas óptimas para tomar las mejores decisiones evaluando las relaciones costo-beneficio y sus impactos sobre la sostenibilidad de sus finanzas personales, para elegir dentro de todos los portafolios a su disposición, el que más se ajuste a sus necesidades. Por ello, la educación financiera se constituye en un elemento angular para propiciar dichos procesos, así lo han entendido varios países que desde hace varios años la vienen impulsando decididamente.
La adopción de políticas nacionales claramente definidas e integradoras son la principal guía para alcanzar altos niveles de alfabetización económica y financiera. Las naciones más avanzadas en esa materia han marcado brechas importantes respecto al resto de países. De hecho, al analizar las pruebas Pisa y seleccionar el conjunto de países con mejor puntaje, cerca de 60% cuenta con una política nacional claramente definida.
En el caso colombiano, desde 2009 se han dado algunos hitos para fortalecer la educación financiera. El más reciente fue la creación de la Comisión Intersectorial de Educación Económica y Financiera, cuyo objetivo principal es proponer la política, los lineamientos, las herramientas y las metodologías para la adopción de la Estrategia Nacional de Educación Económica y Financiera.
Sin embargo, los resultados de las pruebas Pisa fueron desalentadores para Colombia, señalando que nuestro nivel de alfabetización financiera es el más bajo entre los países evaluados. Varias encuestas realizadas en años recientes confirman este resultado y concluyen que si bien existe cierto grado de conocimiento sobre conceptos básicos, estos se quedan cortos para afrontar la dinámica de un mundo que cada vez exige más y mejores conocimientos para la toma de decisiones financieras.
En la búsqueda de generar contribuciones efectivas, la banca ha promovido mediante acciones concretas la educación financiera para superar esos rezagos. Hoy 100% de las entidades bancarias cuentan con programas de educación financiera, donde los temas más tratados son el ahorro, el endeudamiento y los servicios financieros.
Sin duda, el sector financiero está totalmente comprometido en la responsabilidad que le asiste y seguirá en función de brindarles a sus usuarios las herramientas más adecuadas para la construcción de sus metas de manera responsable; sin embargo, es necesario darle prioridad a la educación financiera en la agenda de política pública.
No podemos perder de vista que los esfuerzos aislados son insuficientes para superar los desafíos que tenemos. Dentro de los grandes retos está el de articular e integrar las distintas iniciativas respecto a la educación financiera, que deben encontrar su semillero en las escuelas y colegios del país, bajo el liderazgo, hasta ahora tímido, del Gobierno Nacional en cabeza del Ministerio de Educación.