Era de esperarse que llegase este momento de crisis ministerial en el gobierno de Gustavo Petro. Las tensiones internas entre el ala centrista del gobierno y el ala de izquierda se vienen generando desde el principio, pero se han exacerbado con el proyecto de reforma a la salud. Pero nos queda claro que el Presidente instintivamente se define por los más radicales. No de otra manera, la elaborada carta, de un sustento técnico impecable, redactada por el ministro Gaviria, y apoyada por los ministros José Antonio Ocampo y Cecilia López, así como el director del DNP, Jorge Iván González, desemboca en la salida del gabinete del primero. Se convoca inmediatamente a los jefes de bancadas de los partidos de gobierno y sale una sosa declaración de Dilian Francisca del Partido de la U, y de Efraín Cepeda del Partido Conservador, afirmando que llevarán sus propuestas para ser discutidas en las reformas. Pero la advertencia ya es clara; el consenso es alrededor del eje central de las reformas y el disenso se paga con la despedida.
Pero lo que viene se puede poner más pugilístico, pues entra ya la discusión de la reforma laboral y lo que se ve hasta ahora en el borrador no es nada esperanzador, si bien hay que reconocer el esfuerzo de la ministra de Trabajo Gloria Ramírez, por concertar el documento y no esconderlo hasta ultimo minuto como si hizo con su Ley la minsalud, Carolina Corcho. La clave de toda reforma laboral sensata es que finalmente se genere más empleo formal en unas condiciones sostenibles para el empleador.
He aquí el problema porque hay puntos donde se dificulta y se encarece el despido, lo que hace más rígida la contratación. Se encarecen también los dominicales y los nocturnos y la licencia de paternidad se extiende a doce semanas. Fenalco en un excelente documento calcula que el impacto a los comerciantes puede significar costos adicionales de hasta 17%, lo que sumado al incremento del salario mínimo, podría elevar los costos laborales solo este año entre 30%-35%. Un golpe demoledor.
El problema más grave es que incrementos de este tenor no se pueden absorben. Con muchas dificultados podrán enfrentarlos las empresas más grandes y que poseen eficientes estructuras de costos. Pero este no es el caso de 95% de los negocios en este país que corresponden al sector de micro y pequeñas empresas, que solo tienen los caminos de despidos masivos y/o informalidad, donde la nómina es el componente de costo principal. Y esto no debe ser el resultado de la reforma.
Se requerirá entonces no solo de la oposición, sino de voces sensatas dentro de los partidos de gobierno para corregir el rumbo. Dos golpes como la reforma la salud y la reforma laboral sin modificaciones son un tick tick de una granada. La pensional sería el Bum de la explosión. Los mercados perderían toda confianza y la inversión se detendría. Nuestra desaceleración económica llegaría a terrenos de recesión y el desempleo se dispararía. Es hora entonces de la responsabilidad para las bancadas del Congreso, así les cueste uno que otro ministro.
P.D. De la última encuesta del Opinómetro de Datexco, más que la diferencia entre la desaprobación y aprobación del presidente Gustavo Petro, que se sitúa en 48% y 40% respectivamente, me llamó la atención que la cifra en Bogotá es 51% y 39%, ciudad en la que se encuentra el mayor desacuerdo con las facultades contenidas en la reforma a la salud con 57%, y contra la totalidad de la reforma, con 51%. Ni hablar de 61% de respuestas positivas la pregunta “si pudieras, te irías del país?”. Trágico.