A un año de gobierno de la actual administración conviene hacer un balance sereno. La dinámica de las campañas políticas conlleva a la generación de altas expectativas en el votante medio, que desearía ver, en un plazo reducido, una transformación radical en la oferta de bienes públicos. Sin embargo, las transformaciones económicas y sociales pasan por un sistema de pesos y contrapesos que garantizan el equilibrio de poderes, pero que también implican tiempo.
En este sentido, sería injusto desconocer el talante respetuoso del presidente Duque hacia el orden institucional. Una de las primeras medidas adoptadas fue la de promover una relación transparente con el Congreso, que busca sustituir la llamada “mermelada” por un esquema de debate a las ideas. Bien entendida, esta postura no debería reñir con la formación de coaliciones y tiene el enorme potencial de combatir una de las formas de corrupción más importantes.
En el frente fiscal, en medio de la inflexibilidad en el gasto público y las altas tasas de evasión, el intento de transformar nuestra estructura tributaria a través de la Ley de Financiamiento tuvo la dirección correcta. Reducir la tarifa de renta corporativa, generar incentivos al sector agropecuario y a la adquisición de bienes de capital, así como la apuesta por modernizar la Dian, fueron un gran acierto. La dinámica de inversión, reflejada en el extraordinario crecimiento de la Inversión Extranjera Directa a inicios de año (68%), ha dado cuenta de una mayor confianza inversionista.
La aprobación del Plan Nacional de Desarrollo es también un logro notable. Se construyó una importante carta de navegación con alto contenido técnico. Las bases del plan hacen un análisis juicioso de la realidad del país, fruto de un diálogo fluido con las regiones. Es un acierto contar con un marco normativo que permita solucionar problemáticas como la de Electricaribe, fundamental para prestar un servicio energético estable y de calidad en la costa; o enfrentar la corrupción en la alimentación escolar, con la creación de una unidad administrativa especial encargada de esta tarea, así como terminar con los retrasos en pagos de deudas al sector salud a través de la política de punto final.
Hay varios frentes donde sobresalen otros logros. La aprobación de la ley TIC, por ejemplo, amplía el plazo de las licencias de uso radioeléctrico a estándares acordes con países desarrollados, de forma que los operadores tengan incentivos para realizar inversiones más grandes, lo que amplía la cobertura y mejora la calidad en todo el país. En otros frentes, el esfuerzo por acoger la llegada masiva de venezolanos y el quiebre en el crecimiento de los cultivos ilícitos reportado por las Naciones Unidas a través del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) marcan todo un hito en nuestra política anti drogas, después de cinco años de una dinámica nefasta.
En resumen, Colombia sigue siendo un país próspero, con perspectivas de crecimiento favorables, que mantiene su grado de inversión y genera confianza. Mientras en la región subsisten proyectos políticos radicales que asustan a los mercados, nosotros disfrutamos de un líder de talante conciliador, abierto al diálogo y defensor de los derechos humanos. Al cierre de este primer año, y en medio de las normales críticas de la polarización, la lección, como nación, es que estamos aprendiendo a que existe otra forma de gobernar. ¡Bien hecho presidente Duque!