La emergencia sanitaria y las consecuentes medidas de confinamiento han representado inigualables desafíos para los gobiernos y el sector privado. La banca, por su indiscutible rol en la intermediación financiera, ha dispuesto un nutrido conjunto de medidas para aliviar la carga de hogares y empresas, sin comprometer la estabilidad y solvencia del sistema dentro de un escenario de crecientes riesgos.
Lamentablemente, hoy Latinoamérica es considerada el epicentro de contagios en el mundo, concentrando alrededor de la cuarta parte de todos los casos a nivel global y reportando más de 163.000 fallecidos. Por otro lado, los negativos efectos en la actividad productiva también se han reflejado en una contracción esperada del PIB que, según el FMI, bordearía 9,4% para toda la región y de 7,8% para Colombia en 2020. Es de destacar, en este contexto, la rápida acción del gobierno local desde el momento en que se reportaron los primeros casos, así como la posterior apertura gradual, lo que hoy nos permite tener algunas señales de reactivación en muchos sectores productivos.
De manera similar, se resalta la intervención de la banca latinoamericana que, entendiendo las necesidades de liquidez existentes y contemplando los riesgos crediticios que enfrentan las personas naturales y jurídicas, asertivamente implementó diversas medidas de apoyo financiero previas a la propagación masiva del virus. Esta tarea, que no se ha interrumpido desde entonces, se ha basado en periodos de gracia, lanzamiento de nuevas líneas crediticias y un mayor número de desembolsos.
Si bien los sistemas bancarios han diseñado planes de apoyo considerando las características estructurales de cada economía, un denominador común ha sido la priorización focalizada de los segmentos que se han visto más afectados. Países como Honduras, Panamá, Colombia y Perú ya habían aliviado más de 30% de los créditos vigentes a dos meses de la expedición de las medidas regulatorias mediante periodos de gracia y reestructuraciones, sin afectar la calificación crediticia de los deudores ante las centrales de riesgo.
Colombia se destaca por ser el país de la región que, al mes de mayo, alivió el mayor número de usuarios y obligaciones crediticias, superando incluso a Brasil, cuya población es cuatro veces superior a la nuestra. En la actualidad, se registran alivios para 11,6 millones de colombianos en las diferentes modalidades, que han recibido beneficios equivalentes a 21% del PIB.
Así mismo, Colombia es líder la región en los programas de líneas de crédito con garantías estatales que, a través del FNG, han posibilitado el continuo desembolso de préstamos, principalmente a las firmas que presentan mayores riesgo de impago. En toda la región no muchos países cuentan con programas similares o publican las cifras de seguimiento, y ninguno reporta tantas operaciones como en Colombia, donde ya ascienden a 155.000 desembolsos.
Sin duda, el éxito de estas medidas a nivel regional se ha basado en el correcto estudio de la capacidad financiera de los clientes para dar apoyo a los afectados por la coyuntura, dejando claro que la posibilidad de declarar condonaciones generalizadas o focalizadas para la cartera no es viable, pues pone en riesgo no solo los recursos de los ahorradores, sino la estabilidad del sistema financiero. Hoy Colombia cuenta con una banca sólida producto de su trabajo y compromiso sostenido con la estabilidad financiera, una estabilidad que se ha logrado consolidar con esfuerzo en los últimos años y que hoy en día es reflejo de su fortaleza, cercanía y resiliencia.