Analistas 29/11/2016

Una gran apuesta

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

El Dane dio a conocer el viernes pasado la cifra de crecimiento de la economía colombiana durante el tercer trimestre de este año, dato que sorprendió debido a su baja magnitud, siendo la cifra más baja desde 2009. Una dinámica que ratifica el proceso de desaceleración por el cual viene atravesando la actividad productiva local, que pareciera validar los estimativos de crecimiento cercanos a 2% real para el consolidado de 2016.

Aunque este comportamiento guarda varias aristas sujetas de análisis, un aspecto sobre el que vale la pena hacer énfasis se relaciona con la forma en la que las empresas y personas adecuan sus decisiones de inversión y consumo ante esta realidad. Allí, el manejo de las finanzas empresariales y personales resulta ser de capital importancia, en la medida que estas pueden propiciar de manera más asertiva el redireccionamiento de las decisiones agregadas de inversión y consumo, para poder así afrontar con mayor éxito los procesos de desaceleración económica. En este sentido, la educación financiera se convierte en una poderosa herramienta para el adecuado manejo de las finanzas.

A pesar de las conocidas bondades de la educación financiera, Colombia, y en general América Latina, tienen un espacio importante para mejorar. De hecho, según un estudio realizado por la CAF para la región, por ejemplo, más de la mitad de la población no comprende conceptos básicos como la inflación o la tasa de interés. Dicha falencia aumenta la probabilidad que ciertos segmentos de la población lleguen a tomar decisiones económicas y financieras erradas, que a su vez dificultan la correcta inclusión financiera, desperdiciando así su potencial transformador para reducir la pobreza y la desigualdad.

No debe desconocerse que en el país se han hecho esfuerzos por capacitar a la población sobre temas relacionados con la economía y las finanzas. De hecho, la Ley 1328 de 2009 obliga a todas las entidades financieras vigiladas y a los organismos de autorregulación a procurar una adecuada educación de los consumidores frente a los productos y servicios ofrecidos por la entidad, y les da vía libre para implementar las estrategias y programas que consideren convenientes. 

Así las cosas, la mayoría de las entidades bancarias han implementado o están en el proceso de implementación de estrategias y programas de educación financiera, con el fin de que las personas elijan los productos que más se adecuen a sus necesidades y capacidades. Esto es importante pues los bajos niveles de educación financiera sumados a la gran variedad de productos y servicios que ofrecen las entidades pueden conducir a elecciones desinformadas, que pueden generar sobrecostos para el consumidor o decepciones frente a la experiencia de producto. 

Sin embargo, además de educar financieramente a los adultos, estos programas deben complementarse con estrategias enfocadas en la infancia, y acá el llamado es contundente para atender esta necesidad de manera efectiva, allí hay un campo de mejora significativo. Sin lugar a dudas, esta es una gran apuesta que el país debe realizar. Se ha demostrado que la educación financiera desde temprana edad otorga habilidades que posteriormente redundan en un consumo más regular y sostenible, en la elección y el uso apropiado de productos y servicios financieros, y en un mayor nivel de inclusión financiera. En este sentido, se deben seguir desarrollando iniciativas como el Proyecto de Ley que cursa trámite actualmente en el Congreso de la República para incluir dentro de los currículos escolares espacios en los que se introduzcan conceptos básicos de finanzas.

Es fundamental seguir insistiendo en la necesidad de incluir el tema de educación financiera dentro de las prioridades de la agenda pública nacional. Que este sea el espacio para hacer un llamado al Gobierno Nacional, para que a través del Ministerio de Educación y de las demás instituciones involucradas en estos temas, diseñe e implemente una política pública clara y concisa sobre educación financiera, la cual resulta vital para el desarrollo de una economía sostenible, responsable e informada.