En Colombia ¿al que madruga, Dios le ayuda?
En Colombia, “al que madruga, Dios no le ayuda”. Esto es lo que nos han mostrado los recientes datos de la Ocde: somos el país de esta organización que más horas trabaja pero no por ello los trabajadores colombianos son los que más ingresos reciben.
Efectivamente, en Colombia se trabaja mucho más que en otros países. El trabajador colombiano promedio dedica 2.326 horas anuales a trabajar; mientras tanto, el trabajador chileno dedica 1.900 y el alemán 1.300.
Pero lo verdaderamente preocupante, y que refleja nuestra problemática, es que un trabajador colombiano, produce en promedio, cada hora, cuatro veces menos que un trabajador de la Ocde: el colombiano produce US$17 por hora, mientras que el trabajador promedio de la Ocde produce US$60. Pero tampoco tenemos que ir muy lejos: un trabajador chileno produce US$35 por cada hora trabajada; esto es el doble que el colombiano. En resumen, trabajamos mucho y producimos poco.
¿Qué hay detrás de esta penosa realidad? Lo poco que producen los trabajadores colombianos se debe a su escasa formación: baja calidad de la educación y brechas en formación para el trabajo. No son ciertos los mitos, que, con alguna ligereza, afirman que el colombiano produce menos porque pierde tiempo “hablando carreta en su lugar de trabajo”; el verdadero problema es la formación para el trabajo.
Recientemente un empresario de una ciudad colombiana, con una alta tasa de desempleo, me contaba que lleva más de un año buscando, infructuosamente, 400 trabajadores para su empresa manufacturera. Y no los encuentra, porque aquellas personas que sí están buscando trabajo, no tienen la formación adecuada para entrar a la empresa. “A los bachilleres o técnicos les cuesta entender lo que leen y tampoco comprenden las matemáticas básicas, para, por ejemplo, operar una máquina y seguir los protocolos que estas exigen” me decía este empresario.
Esta historia se replica en todo el país: las empresas no logran enganchar trabajadores, especialmente a nivel técnico y tecnológico, porque éstos últimos no tienen las competencias necesarias.
¿Cuál es la solución, entonces? Aunque parezca una obviedad -y sí que lo es-, la solución pasa por dar un salto enorme en educación y formación para el trabajo. Para esto, el Sena debe convertirse en la piedra angular de la empleabilidad y multiplicación de ingresos en Colombia. Y su alcance nacional y conocimiento de la realidad productiva regional le dan una enorme oportunidad para hacerlo.
También, hay otras organizaciones privadas en Colombia que han tomado la iniciativa en este tema. Estas empresas están proveyendo formación en habilidades tecnológicas, como inteligencia artificial o programación, con resultados muy positivos en términos de empleabilidad y aumentos de ingresos. Ambos, el sector público y el privado, deberán trabajar coordinadamente en el desafío que tienen por delante.
El mayor reto para generar empleo en Colombia se llama formación. Solo así se logrará el objetivo de mejorar la calidad de vida de los trabajadores colombianos como lo hicieron los países de Europa Occidental y Estados Unidos después de la segunda guerra mundial. En aquel entonces, las conquistas sociales de los trabajadores -por ejemplo, la reducción de la jornada laboral- se pudieron materializar porque la productividad laboral estaba mejorando, y está a su vez lo hacía, porque la educación también mejoraba. Solo de esta manera podremos decir que en Colombia, “no importa si madrugas, Dios ayuda”.