¿Colombia antagónica?: Historia vs. econometría
El editorial 52 de la Revista de Economía Institucional (Universidad Externado de Colombia, nov. de 2024) presenta una interesante recopilación de los aportes de los premios Nobel de Economía de 2024, los conocidos Acemoglu, Johnson y Robinson (AJR). En el caso específico de Colombia, dicha reseña destaca dos ideas que deberían ser motivo de profundas reflexiones.
La “primera joya” allí encontrada es que los escritos de AJR apuntan en la dirección de que la “organización extractiva” de Colombia (minería de enclave, haciendas esclavistas y minifundismo de baja productividad, incluyendo la producción cafetera) ha sido históricamente auspiciada, según AJR, por una clase dirigente elitista, centralista y corrupta (basada en el clientelismo).
Cualquier parecido con este tipo de acusaciones a manos de las Farc-ELN parecería coincidencia; pero, como veremos, esta “radicalización intelectual desde Boston” encierra una grave amenaza a una democracia que en Colombia ha logrado evitar las perversas dictaduras, tan comunes en el resto de América Latina.
Colombia ha ido convergiendo a una democracia más participativa, hasta concretarla en la incluyente Constitución-1991. También se ha avanzado en la descentralización político-fiscal, aunque ella ha sido compleja por la persisten corrupción regional. Esto ha permitido un movimiento político pendular (“caminando por el estrecho corredor chibcha”), el cual ha ido virando en preferencias de los votantes desde la centro-derecha (Uribe I-II, 2002-2010) hacia la centro-izquierda (Santos I-II, 2010-2018). Y, finalmente, dando paso, como en casi toda América Latina, a una izquierda (Petro, 2022-2024) obnubilada por ideología anti-sector privado. Esto último ha impedido continuar avanzando de manera adecuada en la lucha contra la pobreza, la cual venía mostrando reducciones desde 50% hacia 35% de la población durante 2000-2019.
La “segunda joya” ofrecida por AJR es que la existencia del narcotráfico en Colombia no ha sido ni importante ni determinante a la hora de explicar el “Estado semi-fallido” en que nos hemos venido debatiendo. Curioso que AJR hagan tal afirmación.
Pero resulta que la “acumulación-originaria” de ilegalidad ha venido escalando de la inofensiva marihuana, a los sanandresitos, pasó a la coca y a las “cocinas” para su pasta; hoy es un negocio de gran escala mundial que incluye armas, golpes de Estado y toma de buena parte de México, Colombia y el Caribe. ¿De verdad Sres. AJR uds. creen que el narcotráfico nada ha tenido que ver con las debilitadas instituciones de Colombia? Sugiero que miren fijamente los ojos de los colombianos que uds. bien conocen a ver si pueden todavía sostener esa “provocativa” afirmación de irrealista sabor académico… Como comentábamos con Urrutia (qepd), tras escuchar a James diciendo esto años atrás… “es un provocador académico-profesional”.
Estas afirmaciones de AJR son que como si un buen historiador nos dijera que la lucha contra la ilegalidad del tabaco y el alcohol, durante 1920-1933 y su profunda huella hasta 1980, en nada explican el discurrir de Chicago, Boston o Nueva York (¿Acaso forzadas regresiones econométricas podrían reescribir sus historias?).
Para motivar un debate serio, vale la pena retomar hipótesis alternativas a las de AJR, como la del historiador Frank Safford y las del politólogo Malcom Deas (ambos estudiando Colombia por +50 años y viviendo aquí por periodos). Estos no usaban econometría, sino profundo sentido común a la hora de leer fuentes primarias e interpretar datos y relatos históricos, desde la Colombia del siglo XVIII en adelante.
Safford, por ejemplo, concluyó que el interés por “las ideas liberales (…en el sentido del libre comercio de bienes e ideas) representaba importante avance democrático en Colombia, cuyas banderas fueron lideradas por los artesanos del partido liberal (ver M. Palacios, 2024, “Frank Safford…”). Y esos empresarios se preocuparon por facilitar la educación-vocacional de los jóvenes colombianos, con la meta de ese “ideario de lo práctico” (…intentando explayar los llamados albergues estudiantiles o “casas refugio”).
Hasta llegó a reformarse la Constitución en 1853, buscando implantar tales ideales de libre comercio e ideas liberales-seculares, pero vino la contrarreforma liderada por Melo (apoyado, paradójicamente, por los artesanos que estaban agobiados por las importaciones de sus productos). Así, el empresariado libre-cambista y secular fue derrotado por la oleada conservadora y la Iglesia del Concordato, llevándonos al colapso estatal de la hiperinflación y la guerra civil (1899-1902).
Pero hubo nuevos intentos modernizantes y democráticos bajo los gobiernos de Olaya Herrera (1930-1934) y López-Pumarejo (1934-1938 y 1942-1945). Luego es algo temerario que AJR concluyan que la elite empresarial del centro del país nunca se preocupó ni por la educación incluyente ni por asentar las bases de la democracia participativa.
Y para analizar los intentos de superación del karma del narcotráfico resulta útil analizar las ideas de Malcom Deas, sobre cómo esto ha sido posible gracias al papel cumplido, primero, por Uribe desmovilizando paramilitares y, después, Santos a las Farc. Solo de esta manera se entiende la magnitud de la lucha de Colombia por preservar la democracia, superar el “Estado semi-fallido (1995-2005), y lograr la esquiva paz (2006-2018), evitando convertirnos en la nueva Venezuela que tanto aspiraba Petro.