Cultura, religión e instituciones
Son varias las piezas del rompecabezas institucional que aun faltan por encajar a la hora de intentar explicar la disparidad en desarrollo socio-económico, tanto a nivel actual como milenario. Acemoglu y Robinson (2020 “The Narrow Corridor”) han hecho aportes significativos al respecto al postular la permanente tensión que experimentan las sociedades entre fuerzas progresistas económicas (libre empresa) y el clamor por libertades de expresión y asociación (democracia).
Dos de esas piezas tienen que ver con la condición humana referida a las diversas culturas y, dentro de ellas, el papel de las masas frente a los principios religiosos. Tratándose estos últimos de “fundamentos de fe” y los primeros en preferencias de vida mancomunada, se tiene que los principios asociativos son difíciles de descifrar con la “simple racionalidad” que postulan los principios económicos a la Adam Smith.
La generación de cultura “occidental” para organizar mejor a las sociedades tiene exponentes exitosos, como el de Corea del Sur durante el último medio siglo. Pero también sonados fracasos, como los de Haití o Senegal, donde la adopción de códigos organizativos franceses poco ayudaron. Allí terminaron imponiéndose culturas ancestrales y preferencias religiosas distintas a las preferidas por Occidente. Recordemos que la liberación pionera de esclavos en Haití conllevaría conflictos que dejaron 200,000 fallecidos (1794-1802) y nada de ello parece haber servido frente al caos y empobrecimiento hoy reinante (ver N. Ferguson, 2012 “Civilization: The West and the Rest”).
Investigaciones recientes destacan los negativos efectos de estos choques culturales y religiosos, inclusive al interior de “occidente”. Y, por supuesto, en su confrontación con el mundo árabe; o con la franja de paganos, ateos y agnósticos (estos últimos fundamentados en lo científico). Nótese que el mundo de los paganos ha tenido menor resonancia, pues no cuenta con iglesias de propagación y suelen ser tolerantes frente a diversas culturas y religiones.
Pero recientemente se han venido divulgando historias de los paganos, a pesar de que esos records históricos fueron adrede destruidos al terminar derrotados por el auge judeo-cristiano, particularmente a instancias de Constantino y su Cruz. En efecto, en el año 312 DC, Constantino tuvo una visión que lo convirtió al cristianismo-radical, iniciando feroz persecución de los paganos, que hasta entonces convivían con todo tipo de creencias (ver C. Nixey, 2019 “La Edad de la Penumbra).
La iglesia cristiana pasó a fortalecerse con favoritismos fiscales y se adoptaron mandatos anti-idolatría (el Deuteronomio), incluyendo la muerte a pedradas. Afrodita marcada por una cruz en su frente ha sido la imagen mas icónica de tal persecución, pero la actual revolución Islámica en Siria nos recuerda todo ello al pulverizarse obras milenarias.
El fundamentalismo se alimentaba de los efectos de la peste bubónica. Al estallar una nueva peste en la Alejandría del 415 DC, los sepultureros (“parabalanos”) conformaron ejércitos al servicios de los obispos y la iglesia. Gracias a ellos, ocurrió la expansión fundamentalista del cristianismo de Constantino-iluminado. Ello acabó con Alejandría como centro cultural pluralista, incluyendo la purga de obras guardadas en su biblioteca.
La persecución llegó al punto de apedrear a la científica Hipatia, quien era la protegida del propio gobernador de Alejandría, Orestes. Si bien Orestes era cristiano, por años Hipatia había establecido un trato neutral frente a cristianos o paganos. Pero con la llegada del Obispo Cirilo se montó una atroz persecución, apoyada en los parabalanos.
La primera arremetida fue contra las escrituras judías bajo el liderazgo fundamentalista de Crisóstomo, algunos de cuyas arengas después serían reimpresas bajo la Alemania Nazi. Orestes presentía la persecución de los neutrales, como Hipatia, y optó por quejarse ante el emperador de los excesos de Cirilo. Para vengarse de Orestes, Cirilo vendió la idea de que el problema de esos aristócratas era que protegían la ciencia, como Orestes con Hipatia, luego debían acabar con instrumentos diabólicos como la astronomía y las matemáticas. Finalmente, lograron su cometido de llevar a la hoguera a Hipatia y por siglos perduraría la idea del cristianismo absolutista bajo las cruzadas, la inquisición y la persecución de las mujeres embrujadas hasta el Siglo XVIII. De oprimidos, rápidamente en el curso de 300 años, pasaron a liderar el cristianismo opresor. Mientras los fundamentalismos cristianos algo se han aplacado durante los Siglos XX y XXI, ahora resurge el fundamentalismo musulmán.
También relata Irene Vallejo (2021 “El Infinito en un Junco”) las vidas de mujeres libres que fueron perseguidas por esa sola condición. La mayoría de ellas segregadas de la sociedad, siendo un caso excepcional el de Aspasia, una extranjera quien fue respetada por ser la segunda esposa de Pericles y quien abiertamente desafío los prejuicios sociales al declarara que la amaba. En Atenas, el amor puro resultaba ser inmoral y hasta los mas sabios discriminaban contra las mujeres. Platón afirmaba: “los hombres injustos reencarnan como mujeres”, pero hasta él llegó a admirar los discursos que Aspasia (probablemente) escribió a nombre de Pericles.