Analistas 06/10/2025

El oro y las criptomonedas como activos refugio

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Decíamos hace poco que las criptomonedas están lejos de constituir “dinero” y que su auge como activo-financiero se ha venido consolidando bajo la forma de “refugio” promovido especialmente por los Estados Unidos. En efecto, durante 2023-2025 el valor del bitcoin pasó de US$42.000 a los US$120.000, triplicando su valor en tan solo tres años. Esto se explica básicamente por la aprobación que diera la administración Biden, en 2024, a la figura de un “Exchange Traded Fund”, ETF, basado en cripto monedas y, además, porque la administración Trump 2.0 (2025-2029) las ha venido promoviendo como un colateral válido para múltiples inversiones, mejorando su demanda de corto plazo apalancada en su mayor liquidez.

Gráfico LR

Entonces cabe preguntarse: ¿Cuál es el valor de uso y cual es el valor de cambio de las cripto monedas? Recordemos que el valor de uso se ha incrementado gracias a la penetración de la inteligencia artificial, IA, al dinamizar los servicios digitales y estos implican mayor prestación de servicios mediante los llamados “data-miners”. Esos prestadores de servicios suelen pagarse vía la expedición de criptomonedas, siendo la más común la del bitcoin. Así que la oferta de bitcoins crece en línea con la expansión del mundo digital y de la IA, particularmente gracias a plataformas de lenguaje inteligente (LLModels, asociados a ChatGPT).

Y respecto al valor de cambio, se tiene que la regulación financiera de los Estados Unidos aprobó, en 2024, portafolios que replican el comportamiento de los principales cripto-activos, bajo la forma de ETFs-cripto activos (incluyendo bitcoin, “stable coins”, etc..).

Gracias a estos factores, el valor de los bitcoins se catapultó de unos US$20.000 en 2020 hacia los US$94.000 en 2024 y US$120.000 a mediados de 2025, donde el fundamento de tal valorización está en su demanda como elemento de reserva financiera, de la misma manera que unos doscientos años atrás el mundo Occidental escogió al oro como metal-precioso de reserva (hubieran podido escoger diamantes o esmeraldas). Sin tener un gran “valor de uso”, el oro era escaso y fácil de almacenar; la plata tenía mayores valores de uso, pero era un poco más abundante; en ocasiones se aceptaron ambos activos como “refugio” frente a volatilidades de monedas.

Finalmente, bancos centrales y multilaterales (FMI y Banco Mundial) dieron respaldo a monedas amparadas en reservas de oro durante 1945-1972, hasta que los Estados Unidos reconoció que había roto las reglas de paridad para financiar la guerra de Vietnam. Colapsó entonces el patrón-oro y los bancos centrales dejaron de acumularlo como “reserva internacional”.

Así, que el auge de criptomonedas obedece a su creciente oferta, amparada en el mundo digital de la IA, y a su creciente demanda como activo de cuasi-reserva, aunque no todavía a nivel de los bancos centrales. No en vano observamos que la correlación de precios del bitcoin respecto al oro es un sorprendente 95% durante la última década. El gráfico adjunto ilustra tendencias similares en los bitcoins y el oro durante 2017-2023, pero con un sorprendente repunte del bitcoin durante 2023-2025 debido a los factores regulatorios antes señalados. Mientras el oro ha tenido una valorización de 75% en este último periodo, el bitcoin ha tenido una repunte de 150%.

Difícil predecir si este auge en los Estados Unidos habrá de continuar, sabiéndose que las cripto-monedas también son vehículo que ampara el anonimato en transacciones delincuenciales de armas, el narcotráfico y el secuestro de personas y de mega-datos. La histórica reciente de los bitcoins es sorprendente. Habían nacido como bien cuasi público, en 2009, a través de generar pagos digitales anónimos mediante un protocolo que ha sido caracterizado como “un ecosistema transaccional abierto y descentralizado” (ver Clavijo y Vera, “Bancos Centrales…” 2023). Satoshi Nakamoto (posible seudónimo del aquel grupo de trabajo) tuvo éxito al generar un protocolo con características atractivas: i) seguridad frente a veracidad de la información; ii) irreversibilidad de lo allí registrado; y iii) fácil almacenamiento y diseminación del sistema.

Pero, al día de hoy, esos criptoactivos han fracasado en su intento por replicar las características del dinero. Vale la pena recordar aquí el postulado clásico de Milton Friedman al definir que dinero es “todo aquello que haces las veces de dinero”; pero entonces las criptomonedas no son dinero al no cumplir con los criterios de almacenamiento de valor ni de aceptación universal. Lo que se ha tenido en la última década es un ciclo recurrente de “fiebres” de criptomonedas, pero sin lograrse la reinvención del andamiaje monetario-financiero a manos de criptomonedas privadas.

En síntesis, las razones conceptuales para el fracaso de las criptomonedas privadas son: i) elevada volatilidad, desvirtuándolos como reserva de valor o unidad de cuenta (¿qué tal un crédito denominado en bitcoins?); ii) vulnerabilidad frente al lavado de activos; y iii) ineficiencia operativa por su alto consumo de energía-eléctrica y poder-computacional. Todo lo anterior ha restado credibilidad al Silicon Valley como descentralizador del dinero respecto del sistema financiero tradicional; pero ahora Trump le da un impulso institucional cuyo final es difícil de predecir a horizontes de mediano plazo, digamos, 2030 (una vez haya cesado el efecto Trump 2.0).

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