El Prometeo americano: Robert Oppenheimer
Siguiendo el magnífico libro de Bird y Sherwin (2005), la reciente película del director Nolan compite por récords de taquilla desde julio-2023. Vale la pena retomar aquí mis reflexiones de aquel entonces (Carta Financiera, 2007 No. 140).
Para las generaciones criadas con posterioridad a los años sesenta, el nombre de Robert Oppenheimer (1904-1967) es mucho menos familiar que el de Einstein, Nash, Von-Neuman o el mismo Feynman (1985 “Surely...”). Estos últimos ganarían premios Nobel, pero el nombre de Oppenheimer (Oppie, para sus amigos) ha ido ganando relevancia. Oppie compartía en igualdad de condiciones sus habilidades matemáticas y algo de bipolaridad, pero sin caer en la esquizofrenia de Nash (Nasar, 1998 “A Beautiful Mind...”).
Esta azarosa vida de Oppenheimer sale a la luz pública en momentos de grandes hechos históricos: 1) auge de gobiernos totalitarios; y 2) riesgos de estallido de una tercera guerra disparada por conflictos como Ucrania y Taiwán.
Oppenheimer vivió persecución del Pentágono, CIA (bajo el temible Hoover) y la “inquisición norteamericana” del senador McCarthy (1950-1954). Oppie fue juzgado en público, ante 20 millones de televidentes. Se le acusaba de tener conexiones con agentes comunistas, pero en realidad fueron flirteos juveniles con la oposición izquierdista al régimen del general Franco en España (1936-1940).
Oppenheimer, el padre de la bomba atómica “que salvó a los norteamericanos” frente a la amenaza de Japón (1941-1945), fue condenado al ostracismo público y le fue negada toda información relacionada con energía atómica a partir de mayo de 1954. La “prueba reina” utilizada por los “jueces” es que había evidencia de que Oppie había frenado los programas tendientes a crear la bomba de hidrógeno. La historia mostraría que esa resultó ser su decisión más acertada a la hora de concretar la idea de “fisión” (choque de átomos) que habían imaginado Hahn, Strassmann y Bohr en Alemania entre 1939-1941. Paradójicamente, años atrás Oppie les había “demostrado” teóricamente a Fermi y Álvarez que dicha fisión era un imposible.
Así, Oppie tuvo que superar su misma incredulidad teórica y aprovechar sus grandes capacidades gerenciales para llevar a “feliz” concreción la idea de generar reacciones atómicas en cadena. Dicha cadena de experimentos había incluido el descubrimiento de: 1) la radiación (Curie,1896); 2) el principio de la relatividad entre la energía y la masa (Einstein, 1905); la fisión atómica (Bohr, 1920) y la reacción atómica (Oppenheimer, 1946). A esta carrera había dedicado Oppenheimer toda su vida profesional, desde sus inicios como químico de Harvard (1925), a donde llegó como valedictorian y de donde se graduó summa cum laude. De allí prosiguió a estudiar física en Cambridge (1926), donde cayó en cuenta de que la parte experimental le aburría terriblemente y que su habilidad estaba en la conceptualización de la física-química posible.
De hecho, la física teórica tampoco le atraía y, cuando conoció a Einstein en Princeton (1927), concluyó que Einstein estaba algo loco (según Oppie Einstein era cuckoo, aunque claramente la historia concluiría que el del cockyness era Oppie). La carrera de Oppie se salvó al encontrar en la escuela alemana de Gottingen la cuna posnewtoniana de la física cuántica (impulsada por Born, Heisenberg, Pauli y Fermi), totalmente aplicada y donde Oppie pudo desplegar su inteligencia conceptual.
Claramente el talento de Oppie era más verbal-conceptual (a la Bohr), que matemático o experimental. Su doctorado culminó en Gottingen (1926), pero el grueso de su carrera académica la haría entre Berkeley y Caltech (1927-1942). En cambio, su carrera como político y activista contra al armamentismo nuclear la haría como director del famoso Instituto de Princeton (1947-1966). Allí se rodearía de físicos de la talla de Einstein, Von Neuman, Feynman; además de figuras humanísticas como Toynbee, Berlín o Eliot. En lo referente al juzgamiento político de Oppenheimer actuaron en contra de él (ni más ni menos que) el presidente Eisenhower, su vicepresidente Nixon y el estamento militar.
Oppie le había dedicado buena parte de su vida al gobierno norteamericano al organizar el Proyecto Manhattan (1942-1945), incluyendo la creación y conducción del complejo militar de Los Álamos en Nuevo México. Gracias al éxito de dicho proyecto, Estados Unidos pasó a liderar el manejo nuclear frente a la amenazante Alemania y, posteriormente, frente a Rusia y Japón. Defendieron a Oppie personajes como Einstein (aunque poco lo estimaba, a pesar de su cercanía en Princeton) y la comunidad académica.
Con relación a la amenaza nuclear, allí se relata la forma como Estados Unidos intentó crear a través de la Naciones Unidas un estamento de control al armamentismo nuclear, sabiendo de antemano que dicha tecnología pronto se diseminaría. La ingenua idea de Estados Unidos de controlar el poderío armamentista a través de las Naciones Unidas pronto fracasaría. Si bien el mundo se siente más tranquilo desde la finalización de la llamada “guerra fría” (en 1989-1991), la verdad es que prevalece la amenaza de científicos que a nivel individual todavía comercian uranio enriquecido desde Rusia o Pakistán. La relevancia de la historia de Oppenheimer, el “Prometeo americano” que “chamuscó” la CIA políticamente, sigue tan viva como la energía nuclear.