Analistas 11/09/2017

Índice de sufrimiento macroeconómico 2011-2018: ¿cómo les va a los jóvenes?

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Desde hace varios años, Anif viene realizando un balance macroeconómico recurriendo a lo que hemos denominado el Índice de Sufrimiento Macroeconómico (ISM), definido como: (inflación + desempleo) - (crecimiento económico), medición que resulta ser una variante del Índice de Empobrecimiento de Okun. Este indicador es un instrumento útil para realizar un balance histórico objetivo sobre los resultados macroeconómicos obtenidos durante los períodos presidenciales de los últimos años.

El ISM se focaliza en los niveles absolutos de dicho “sufrimiento macroeconómico”, en vez de mirar sus variaciones respecto al período inmediatamente anterior (como lo hacía Barro, 1996). Anif considera que lo relevante es el valor absoluto del ISM, pues eso es lo que percibe la gente durante esos mandatos; en realidad, pasa a un segundo plano si dicho valor es, en términos relativos, más bajo o más alto que el que lo precedió.

Usando este termómetro de registros absolutos, en ocasiones pasadas habíamos señalado que bajo el gobierno de Santos I (2011-2014) se habían logrado ganancias importantes en el frente macroeconómico, al lograr el ISM más bajo de las últimas cinco décadas (8.8%). Allí los factores fundamentales fueron: i) el buen ritmo de crecimiento del PIB-real, promediando un 5% anual, cuando se aprovechó la cúspide del súper ciclo de commodities, evidenciado en los buenos precios del petróleo (promediando el Brent US$108/barril vs. US$65/barril de 2000-2016) y el carbón (US$92/tonelada vs. US$60 histórico); ii) la convergencia de la inflación hacia su rango “bajo y estable” de largo plazo (2%-4%); y iii) el descenso de la tasa de desempleo, llegando a sus niveles NAIRU de largo plazo del 9% (aunque todavía excesivamente altos, aun para los referentes de América Latina).

Sin embargo, como veremos, el ciclo macroeconómico bajista que estará experimentando Colombia a lo largo del quinquenio 2015- 2020 pone en riesgo dicha corrección del ISM. En efecto, nuestras estimaciones sugieren que el índice estaría promediando un 12.8% durante la Administración Santos II (2015-2018), retornando a los niveles observados bajo Uribe II (2007-2010) del 12.7%. Ello sería el resultado de: i) la desaceleración del crecimiento hacia niveles del 2.5% (vs. el 3% potencial) y su efecto sobre el mercado laboral (con incrementos en la tasa de desempleo del 9.2% al 9.5%); y ii) los desbordes de la inflación del rango-meta del Banco de la República (BR), por cuenta de las presiones de costos vía pass-through (con devaluaciones promedio del 25% anual en 2015-2016), agravadas por el choque de los alimentos dada la presencia del Fenómeno de El Niño.

En esta ocasión, también hemos realizado un ejercicio novedoso sobre el sufrimiento macroeconómico de los jóvenes. Allí se tuvo en cuenta: i) el incremento real del SML como proxy del crecimiento de los ingresos de los jóvenes, pues su salario medio bordea 1-1.1 SML (frente al del mercado total de 1.4 SML); ii) la inflación de los ingresos bajos calculada por el Dane (teniendo en cuenta el mencionado salario medio juvenil); y iii) el desempleo de la población entre 14 y 28 años, cuyos niveles usualmente casi duplican el del total (especialmente en los países desarrollados), probablemente por su menor “entrenamiento” y los elevados costos de su enganche laboral.

Como veremos, el ISM de los jó- venes sigue la tendencia del ISM total, ubicándose en niveles mínimos del 18.5% durante la Administración Santos I (2011-2014), deteriorándose probablemente hacia el 19.7% en el período de Santos II (2015-2018), por cuenta del mencionado ciclo macroeconómico bajista. Sin embargo, nótese cómo los niveles del ISM de los jóvenes resultan significativamente superiores a los del ISM total, guardando una brecha promedio de mayor sufrimiento de casi 10pp durante la última década.

Ello explica en gran medida el inconformismo y el fenómeno antiestablecimientos que se ha venido exacerbando particularmente entre los jóvenes durante los últimos años (especialmente en Estados Unidos y Europa). Por ejemplo, en Estados Unidos, la creación de empleo se ha focalizado en los extremos de los muy poco capacitados (sector agrícola y de servicios básicos) o de los muy capacitados, por lo que la clase media (compuesta por un gran número de jóvenes) ha sentido algo de decepción. Peor aún, el estancamiento social se ha ido expandiendo: mientras que en la generación de los baby boomers (cerca de 1940-1960) la probabilidad de devengar ingresos mayores a los de los padres era del 70%-92%, para la generación de 1980 dicha probabilidad desciende al 42%.

Esta problemática intertemporal se observa también en la OECD, donde la movilidad social de los jóvenes luce muy limitada, dada la marcada inflexibilidad laboral. Allí, los jóvenes con educación profesional enfrentan tasas de desempleo del 9.2%, cifra no muy diferente del desempleo del 10% que enfrentan los jóvenes con educación media-superior.

En el caso de Colombia, la tasa de desempleo en jóvenes está menos “castigada” que en Europa (con tasas de desempleo del 39.9% en España vs. el 17.7% de la tasa general; y del 22% en Francia vs. el 9.6%), pero aun así el desempleo juvenil ha venido promediando un 17% (en lo corrido de 2017) vs. el 9.8% que se observa en el total del mercado laboral del país. Por esa razón, resulta clave analizar el comportamiento del ISM para jóvenes, el cual podría estar reflejando los preocupantes niveles de desánimo de la población, donde un 69% de los colombianos considera que las cosas están empeorando en el país.

Balance del ISM bajo la Administración Santos I (2011-2014)

El balance neto entre los males de la economía (inflación y desempleo) y las virtudes de la economía (el crecimiento), recogido en el ISM, mostró resultados altamente favorables durante la Administración Santos I (2011-2014), descendiendo el ISM hacia mínimos históricos del 8.8% (destronando el récord que hasta la fecha mantenía la Administración Lleras Res trepo en 1967-1970). Con ello, también se superaron las ganancias registradas en las Administraciones Uribe I-II (con un ISM promedio del 13.8%), donde la política de Seguridad Democrática y la recuperación de la inversión jugaron papeles protagónicos (permitiendo que el PIB-real se acelerara a ritmos promedio del 4.6% anual; mientras que el desempleo urbano descendía al 13.4% y la inflación lo hacía al 5% anual).

Esos buenos resultados de la Administración Santos I (2011-2014) estuvieron en gran medida favorecidos por el súper ciclo de commodities. Ello permitió que el PIB-real registrara expansiones del 5% anual, con importante liderazgo de: i) la minería (5.9%), impulsada por los hidrocarburos (7%); y ii) la construcción (9%), gracias a los satisfactorios comportamientos tanto de las edificaciones (7.2%), favorecidas por los programas de vivienda del gobierno (PIPE I), como de las obras civiles (11%), por cuenta de los mayores niveles de inversión en infraestructura de transporte (llegando a valores del 3% del PIB en 2014 vs. 2% del PIB en 2010). Esto terminó compensando los pobres crecimientos que ya se evidenciaban en la industria (1.7%), afectada por el desalineamiento cambiario (a ritmos del 15%-20% real) que se dio como resultado de la prolongada Enfermedad Holandesa que muchos funcionarios públicos no lograron identificar mientras esta persistió.

Lo anterior estuvo acompañado de: i) continuas mejoras en la tasa de desempleo, llegando al 9.9% en el urbano en 2014 (consistente con valores NAIRU cercanos al 9% en la tasa de desempleo nacional); y ii) la convergencia de la inflación hacia su rango “bajo y estable” de largo plazo (2%-4%), con excepción del registro del 1.9% de 2013.

Balance del ISM bajo la Administración Santos II (2015-2018)

Los inicios de la Administración Santos II (2015-2018) fueron mucho más difíciles. Ello por cuenta del fin del auge minero-energético en 2015-2016, cuyo daño en los frentes de crecimiento potencial y déficits gemelos (fiscal-externo) tuvo una magnitud mayor a la que venía alertando Anif durante 2013-2014.

De esa manera, el crecimiento del PIB-real fue de solo el 2.5% anual en 2015-2016, afectado por las contracciones del sector minero-energético del -3.2% anual, al tiempo que el agro (+1.5%) y la industria (+2.3%) no lograron recuperarse por cuenta de sus lastres estructurales de competitividad. Aun con ello, el desempleo urbano mostró resiliencia y se mantuvo en niveles promedio del 10%. Por su parte, la inflación desbordó considerablemente el techo del rango-meta de largo plazo del BR (2%-4%), alcanzando valores del 6.8% en 2015 y el 5.7% en 2016. Ello dadas las presiones de: i) los mayores costos de los productos importados (vía pass-through); y ii) los altos precios de los alimentosenergía por la presencia del Fenómeno de El Niño.

Para los años 2017 y 2018, Anif ha venido pronosticando, con base en sus indicadores líderes ALI, los siguientes desempeños macroeconómicos: i) crecimientos del PIB-real del 1.8% en 2017 y el 2.3% en 2018, revisando nuestras proyecciones del 2.2%-2.8% anteriores, dado el pobre desempeño del PIB-real durante el primer semestre de 2017 (con expansiones del 1.2% anual); ii) desempleo urbano del 10.3% en 2017-2018, deteriorándose frente al 10% de 2016; y iii) inflación del 4.2% en 2017 y del 3.3% en 2018. Estas proyecciones implicarían la siguiente trayectoria del ISM: un 12.7% en 2017, mejorando frente al 13.8% de 2016, y un 11% para 2018. Así, el ISM bajo Santos II (2015-2018) se estaría deteriorando hacia el 12.8%, retornando a los niveles alcanzados por Uribe II (2007-2010) del 12.7%.

Resultados del ISM para jóvenes (a manera de conclusión)

Como ya se comentó, la exacerbación del inconformismo de los jóvenes (particularmente en lo relacionado a los ingresos salariales y oportunidades laborales) y el fenómeno anti-establecimientos han motivado el cálculo de un ISM para ese segmento de la población. Para ello tuvimos en cuenta: i) el crecimiento del SML-real como proxy de los ingresos de los jóvenes, cuyo salario medio bordea 1-1.1 SML (según lo arriba mencionado); ii) la inflación de los ingresos bajos; y iii) la tasa de desempleo de la población entre 14 y 28 años.

El ISM de los jóvenes ha seguido la tendencia del ISM total. Así, durante la Administración Santos I (2011-2014), dicho ISM juvenil llegó a mínimos del 18.5%, reduciéndose frente a los niveles de Uribe II (2007-2010) del 23.7%. Ello respondió a: i) los mayores crecimientos del SML del 1.7% real anual, gracias a las ganancias en Productividad Laboral-PL (promediando un 2.1% anual); ii) la disminución de la tasa de desempleo juvenil hacia el 17.2%; y iii) una inflación que se ubicó en la meta puntual del BR (3%).

Infortunadamente, el balance de la Administración Santos II (2015-2018) llevaría a que dicho ISM de los jóvenes se deteriore hacia el 19.7%, de acuerdo con los pronósticos de Anif. Esto por cuenta de: i) los menores incrementos del SML-real, en línea con las reducciones de la PL hacia niveles prácticamente nulos; ii) los elevados niveles de desempleo juvenil, promediando un 15.8% (vs. la media nacional del 10% a nivel urbano); y iii) los desbordes de la inflación del rango de largo plazo, convergiendo al 3.3% solo al cierre de 2018.

A dicho deterioro del ISM juvenil debe agregársele la preocupante brecha histórica de 10pp que guarda con el ISM total, corroborando que el sufrimiento macroeconómico que experimentan los jóvenes es considerablemente elevado. Allí han jugado los crecientes desafíos laborales que enfrentan los jóvenes a nivel internacional, a saber: i) pese a que su Tasa Global de Participación es la más baja de la población, son los que sufren la mayor tasa de desempleo; ii) la automatización de muchas labores está reduciendo las potenciales fuentes de empleo de los jóvenes y/o desafiando la relevancia de sus conocimientos recién aprendidos; y iii) su participación política suele ser bastante ingenua y en su ignorancia generacional terminan abogando por políticas laborales que tienden a perjudicar sus perspectivas de trabajo. El ejemplo más conocido a nivel global tiene que ver con las eleva das contribuciones parafiscaleslaborales.

Por esa razón, resulta relevante trabajar en: i) flexibilizar el mercado laboral, reduciendo los costos no salariales de sus niveles actuales cercanos al 50%, ahondando sobre lo alcanzado en la Ley 1607 de 2012; y ii) mejorar la calidad y cobertura educativa, donde preocupa que la población con acceso a jornada única en educación pública tan solo sea del 9% y que la cobertura (neta) en educación superior ascienda al 52% (con solo un 20% accediendo a estudios vocacionalestecnológicos). Sin buena calidad educativa, tampoco será posible incrementar la productividad y el PIB-potencial de Colombia, bases para continuar reduciendo la pobreza absoluta.

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