Lecciones desde España-territorial
El hilo conductor del maravilloso libro de Michael Reid (2023, “Spain”) es la pugnacidad territorios Vs. Nación. Haciendo gala de su combinación de periodista e historiador, Reid se remonta a raíces francesas del protectorado instaurado en Cataluña y Zaragoza (siglos VIII al XII) ante la invasión de Iberia por los árabes.
Y de allí concluye que esos territorios nunca fueron naciones, contrastando con los casos de Escocia o Irlanda. La identidad lingüística territorial española ha sido un fenómeno reciente e impulsado por motivaciones más políticas. La fábula de un país vasco, emergiendo en siglo XV de raíces genéticas-lingüísticas, queda totalmente desvirtuada.
Reid postula, sin embargo, que esos hechos históricos no desvirtúan para nada la rica diversidad cultural (y no solo de catalanes, vascos o gallegos). De hecho, esa rica tradición debe preservarse, pues es la base del auge turístico español, acercándose a Francia en la relación de 1,6 veces-año visitantes/habitantes.
De Cataluña destaca su vocación industrial-textilera (1880-1920) y su capacidad de reinvención digital; y del país vasco la mezcla del mundo pastoril con astilleros-siderúrgicas. Pero mucho ha cambiado desde la vocación Jesuítica global de Ignacio de Loyola, ahora focalizada en atractivos museos modernos de Bilbao.
¿Y por qué España poco se parece a la Francia con la cual ha tenido fronteras fluctuantes, poblaciones entrelazadas y similares idiomas romances? Postula Reid en su respuesta que la gran diferencia moderna (1789-1830) radica en la organización pos-napoleónica de Francia, superando a España pastoril, de bajo nivel educativo y con PIB per-cápita de tercer mundo, hasta el fallecimiento del dictador Franco (1975).
Anota Reid que esa modernización francesa tuvo tres puntales: i) desarrollo de la infraestructura; ii) adopción de educación-universal y laica; y iii) la conscripción militar, donde los jóvenes se homologaban en el mundo de lo práctico con “estándar-nacional” y con el francés como único idioma Vs. la diversidad territorial de España.
Y, por supuesto, en estos tres pilares de Francia se encuentran potenciales factores negativos (como “adoctrinamiento militar” o arrasar las culturas regionales) por cuenta de esa homologación nacional; pero los resultados han sido de unidad nacional y con progreso educativo-uniforme, alta igualdad social y posicionando a Francia en su modernidad energética e industrial, a pesar de las dos guerras mundiales.
Así que la pesades-histórica, tras los Siglos de Oro Españoles (XV-XVI), terminó mermando la cohesión de la Nación, aun antes de la Guerra Civil. Y con la huelga minera de Asturias (1934) se inicia el conflicto interno y estalla la Guerra Civil, tras el golpe militar de Franco (1936). Aunque su duración no fue tan extensa (1939), las cifras de afectados relatan una abominable destrucción social: 350.000 fallecidos en el conflicto; otros 350.000 mueren de hambre; unos 200.000 mueren producto de las purgas franquistas durante (1940-1975) y emigran de España unos 170.000.
En total, se llegó a afectar 4% de la población de España por cuenta de esa insensata guerra civil. Solo con el apoyo de la Unión Europea, durante 1970-1980, logró salir adelante en lo económico, hasta nivelarse en su ingreso per-cápita. Lo sorprendente es que cuando ya se creía todo alineado para la unidad-nacional, se exacerbaron los ánimos regionales. Inicialmente de manera violenta, a través de la ETA del país vasco 1960-2010, contrastando con las formas pacíficas de los gallegos y con el énfasis de la vía política utilizada en Cataluña, especialmente en Barcelona.
La fuerza política regional se ha ido catapultando a medida que se debilitan los partidos tradicionales de derecha (PP) y de centro (Socialistas). Las vertientes que buscan el centro han terminado por debilitarlos (Vox mermando el PP y “Podemos” a los socialistas) y ello ha empoderado a las fuerzas regionales del país vasco y a Cataluña a la hora de contar los votos para los gobiernos de mayorías, generando recurrente pugnacidad política.
De hecho, el relato de Reid parece terminar con una nota optimista al fragor del debate de 2021, una vez se había declarado inconstitucional el referendo pro-independencia de Cataluña y sus dirigentes con ordenes de cárcel. Pero he aquí que, al finalizar 2023, el contencioso político se ha revivido al negociar el gobierno mayoritario de Sánchez con Cataluña la amnistía para los condenados. Esto ha llevado a revivir la pugna territorial Vs. Nación, donde para unos están abiertas las heridas causadas por “el fantasma de Franco”, y para otros el movimiento de los “indignados” representa el anarquismo reinante entre juventudes que creen “poder hacerlo”, pero sin saber ni el qué y menos el cómo.
Las lecciones territoriales son múltiples: i) deben balancearse los sistemas de transferencias nación-territorios, evitando la sobrecarga que siente Cataluña frente a las preferencias históricas, por ejemplo, del país Vasco; ii) evitarse la sobre descentralización del sistema judicial, pues por allí se estuvo colando el animo “independentista”; y iii) contener la fragmentación municipal que en España implica unos 8.000 municipios (frente a los 1.100 de Colombia, con población similar, o inclusive frente a los 5.500 del Brasil con cuatro veces su población).