Puertas giratorias, partidos políticos y think-tanks
Ha coincidido la celebración de los 50 Años de existencia de Anif (1974-2024) con un interesante debate sobre los vasos comunicantes entre universidades, centros de investigación-gestión y la política pública. Por ejemplo, E. Ariza y N. Garza (2024, “The Revolving Doors in Academia” Univ. Hamburgo, WP-107) argumentan que la retroalimentación entre lo público y privado en materia económica ha ocurrido de forma “excluyente en Colombia, bajo un esquema de validación neoliberal, que se escudaba simplemente en ‘puertas revolventes’ y sin calidad académica de talla internacional”.
La hipótesis general de Ariza y Garza apunta a la existencia de “una red de élite excluyente en Colombia”, la cual se rota los cargos público y privados para profundizar su ideología “neoliberal”. Pero esta no tiene peculiaridad atada a Colombia, pues igual se debaten los casos de élites en “Ivy-League” en Estados Unidos, Oxford-Cambridge en Gran Bretaña o escuelas de “altos estudios” en Francia.
Al llegar Macron (2017) anunció que acabaría con sistema élite público-privado (atadas a la ENA). Pero, ocho años más tarde y ya de salida, nada sustantivo ha ocurrido. Esto es algo que debemos celebrar, pues en Francia la educación primaria-secundaria es prácticamente pública y de excelente calidad. Y allá bien entienden que capacidades intelectuales son desiguales y que conviene que los más capacitados continúen alimentando la ENA y gobernando con eficacia.
En este sentido, el enfoque de Ariza y Garza luce más bien “parroquial” (como si en Colombia ocurriera algo diferente al sistema meritocrático de Occidente, en hora buena emulado por Uniandes). Solo de paso mencionan ellos que la universidad privada en Colombia viene haciendo esfuerzos por mayor inclusión, pero “Pilo-Paga” ha sido obstaculizado por el Petrismo. El “todos-iguales” de Fecode alimenta la mediocridad pública y aun en la UNal de hoy los buenos profesores (no marxistas) son amenazados de manera intimidante.
Las deficiencias educativas públicas se combinan con ideologías partidistas que (obviamente) buscan permanencia y se apalancan en think-tanks; pero es errado concluir que existencia de una “agenda política” sea sinónimo de “élite” o plutocracia.
Bueno hubiera sido que los autores estudiaran liderazgos políticos como los de BBetancur (asociado con tecnocracia que los autores critican) o con el de la Thatcher proveniente de clase media-baja, donde ambos escalaron meritocráticamente y asociados a think-tanks con proyectos políticos (ambos exitosos).
¿Acaso es deleznable haberse apalancado en mérito político-académico y usar puertas revolventes? No, esa fue la base de su éxito; como muchos otros (Clinton u Obama, para mencionar algunos más recientes). Y en China, Rusia y Corea del Norte sus partidos operan con lógica similar, pero recurriendo a métodos no-democráticos.
Los autores hacen juiciosa tarea de “demostrar” que dicha élite en Colombia ha estado vinculada (1950-2022) a Uniandes en economía y en menor medida a Javeriana (abogados-economistas durante 1960-1980); pero lo mismo se puede demostrar de otras profesiones, como abogados Rosaristas o Externadistas, con puertas revolventes entre bufetes y altas magistraturas; así como el caso de los ingenieros de la UNal rotándose entre ministerios transporte o de minas y después pasando a altos cargos en sector privado que impulsan dichos sectores.
Pero: ¿Será que los autores parte de hipótesis “maniquea” donde la imbricación pública-privada es perjudicial para la sociedad como un todo? Y mi conclusión (opuesta a la Ariza y Garza) es que todo ello beneficia productividad y praxis, gracias al conocimiento de esas aristas de los problemas.
Así opera el grueso del mundo Occidental, donde los funcionarios públicos logran conocimiento institucional y los del sector privado innovación y progreso-técnico… luego las puertas giratorias son “un activo” y no un hándicap.
Sin embargo, es importante estar en guardia contra dos potenciales obstáculos: i) corrupción por conflicto de intereses (pero para eso existe la legislación sobre “periodos de enfriamiento”); y ii excesivo lobby que pueda dañar la regulación y dar paso a posiciones dominantes (ver Philippon, 2019 “The Great reversal”).
Y, finalmente, fallan los autores al vincular mecánicamente élites, con sector público y think-tanks, dando a entender que se trata de “los ricos” perpetuándose y excluyendo clase media-baja. Además, concluyen que su “calidad académica” es mediocre por no haber publicado en “Journals” destacados (lo cual es cierto, pues ellos no estaban bajo el estigma de “publish-or-perisch”); estaban en la tarea de acertar en el diseño e implementación de mejores políticas-públicas.
Han debido indagar los autores sobre si dicha “élite” financió sus estudios con Icetex (y si repagamos los créditos para que otros pudieran emular dicho ascensor social). Paradójicamente, la meritocracia por la que ellos abogan también está cuestionada por “personajes” como Sandel desde Harvard.
Otros creemos en la meritocracia y ojalá con mayores oportunidades para los no-ricos en dinero, sino para los ricos en ganas de triunfar en aquello que les apasiona, incluyendo la academia al servicio de mejores políticas públicas. Analicemos las políticas que mejor funcionan (ver cuadro) al estimular el crecimiento y pro-equidad, en vez de seguir con dañinos señalamientos entre “cepalinos” o “neoliberales”.