Analistas 15/02/2021

Riesgos Globales 2021: Probabilidades e Impacto

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

World Economic Forum (WEF) acaba de publicar resultados de su sondeo sobre aquellos riesgos que los dirigentes empresariales ven como más apremiantes a nivel global en este 2021.

El cuadro adjunto resume dichos riesgos, distinguiendo entre horizontes de corto plazo (1-2 años), mediano (3-5 años) y largo plazo (5-10 años). Allí se observa que los tres problemas más apremiantes en el corto plazo (2021-2023) están relacionados con: i) los efectos de la pandemia-covid; ii) la crisis de vida (elevando incertidumbre en los planos educativos y laborales), y iii) los efectos del cambio climático, relacionados con los años de vida saludable, “huellas de carbono” y abastecimientos de energía por fuentes renovables.

Al preguntárseles por los riesgos de mediano plazo (2024-2026), las preocupaciones se volcaron sobre las áreas macro-financieras: i) riesgos de burbujas financieras; ii) efectos del secular deterioro en la infraestructura de transporte y almacenamiento estratégico, y iii) riesgos de rebrotes inflacionarios y sus potenciales efectos recesivos, si es que los bancos centrales tuvieran que entrar a reversar la gran expansión de sus hojas de balance del periodo 2008-2021.

No es casual que, en el interesante Reporte Dasgupta sobre biodiversidad de febrero de 2021, se haya sugerido a los economistas entrar a revisar los supuestos “básicos” adoptados en las funciones de producción. El mensaje básico es que han dejado de estar garantizados los abastecimientos de insumos básicos (agua, energía, transporte).

Hacia el largo plazo (2027-2030), los principales riesgos globales tienen que ver con: i) estallido de guerras nucleares (con Corea del Norte, Irán o Rusia-Siria); ii) colapso de la operatividad Estatal en puntos neurálgicos (Europa Central o Asia Ex - China), o iii) guerras cibernéticas, ante el escalamiento de la dependencia tecnológica-digital, afectando comunicaciones y provisión de bienes fundamentales como la energía y el agua.

La conclusión general es que si bien a nivel de riesgos de largo plazo no se observan mayores cambios en su temática, sus probabilidades parecen haberse incrementando, así como los daños asociados con dichos eventos. Y, además, los diferentes riesgos están ahora más estrechamente asociados.

Por ejemplo, en el año 2012, las probabilidades de ocurrencia de riesgos globales también incluían los temas de ciberseguridad o temores por la crisis del acceso al agua, pero ellos mostraban índices probabilísticos más bajos. En aquel entonces, estaban más altos en la escala probabilística de ocurrencia los disparadores asociados a los riesgos sociales provenientes de la desigualdad en ingresos o excesos de endeudamiento público. Sorprendentemente, la llegada de la pandemia-covid 2020 ha hecho que estos dos elementos (inequidad y deuda pública) se hayan tornado comunes a nivel global y han dejado de ser temas de particular preocupación, dando cabida al mayor efecto disruptivo proveniente de guerras digitales o el cambio climático que agrava el acceso al agua potable.

Deaton (2021, covid-19...) ha producido una pieza algo sensacionalista (poco usual en él) argumentando que ha sido mayor el impacto pandemia-covid sobre el deterioro del ingreso per-cápita y el Gini en los países avanzados que en los emergentes. Allí ilustra que mucha de esa contabilidad agregada de desarrollados Vs. emergentes está permeada por lo que ha ocurrido en China.

Recordemos que China creció cerca de 3% en 2020, al tiempo que los países desarrollados caían a ritmos cercanos a -5% ese mismo año y los emergentes a -2%. Pero resulta que si se excluye China, entonces los emergentes habrían caído casi al mismo -5% que los desarrollados. Además, lo que resulta más diciente no es el movimiento del Gini 2019-2021, sino el deterioro en los niveles de pobreza-indigencia del mundo emergente. Esto se explica por los pocos o nulos colchones de ahorro que tenían los emergentes para enfrenar tan marcadas contracciones en su ingreso y, además, debido a la persistencia del alto desempleo.

De forma similar, los desafíos en pos-pandemia relacionados con la estabilidad fiscal o con la calidad educativa (en asocio con el mercado laboral) lucen más desafiantes para emergentes que para desarrollados. Y no tenemos que ir a la región del Sub-Sahara para ilustrar estos puntos, bástenos con mirar los pronósticos que se tienen para América Latina (World Bank, 2021, “Global Outlook”).

El grueso de nuestra región estará: i) regresando a niveles de producción de PIB-real del 2019 solo en 2022; ii) enfrentará desempleo de dos dígitos; y iii) escalamiento de la pobreza en al menos 10 puntos porcentuales, regresando a niveles de pobreza cercanos al 40% de su población como los que se tuvieron dos décadas atrás.

La baja penetración digital (62% regional Vs. el 75% en desarrollados) y la interrupción de la educación presencial tendrán efectos negativos sobre las brechas en calidad educativa, cuyos resultados ya eran bastante precarios a nivel de las pruebas Pisa respecto del mundo desarrollado. Como se observa, los desafíos son múltiples y de allí la importancia de adoptar prontos correctivos estructurales en lo fiscal, laboral y educativo.

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