Analistas 07/07/2025

Ucrania-Rusia: Recordando Stalin vs. Trotsky

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

La primera fase de la invasión de Rusia a Ucrania arrebatándole a Crimea, durante 2014-2021, se estima que dejó unos 30.000 muertos (casi un 50% en cada bando, incluyendo militares y civiles) y no menos de 40.000 heridos. Y la segunda fase de dicha invasión, durante 2022-2025 y completando casi tres años, está arrojando el doloroso balance de unos 400.000 fallecidos (dos terceras partes corresponden a militares rusos) y otros 450.000 heridos (la mayoría ucranianos).

A este respecto decíamos que la historia militar de Rusia es recurrente y que nos recuerda que el héroe de “La Guerra y la Paz” de Tolstoi era Mikhail Kutuzov, quien había participado en las confrontaciones de 1805 contra el imperio Otomano. Sin embargo, la “sabiduría militar” de Kutuzov derrotando a Napoleón, en 1812, no está nada clara, pues los historiadores centran su derrota en una pobre evaluación de las dificultades geográficas por parte de Napoleón. Se dice que Napoleón golpeó rápido y, al no encontrar oposición, terminó sobre-extendiendo y debilitando sus ejércitos. Esa lección tampoco la aprendió Hitler y se sabe que parte del éxito del D-Day en Normandía (1944) también tuvo que ver con haber bajado su presión sobre Gran Bretaña (en 1943) y desviando sus ejércitos sobre Rusia.

En el conflicto Ucrania-Rusia hemos tenido relatos de múltiples fallas estratégicas (nuevamente) por parte del ejército de Rusia. El problema es que hoy Rusia cuenta con la amenaza nuclear, cuyo eventual uso ratificaría el fracaso de la diplomacia global. Lo que sí ha quedado claro es la barbarie usada por los estamentos de Rusia, tal como los aplicó Stalin durante “la purga interna” de 1938-1950.

Putin ha creado la historia de que su invasión de Ucrania era la única forma de defender al pueblo ruso de manos de Occidente sobre la propia Rusia. En los sondeos de febrero 2023 (tras un año de la invasión), los rusos respondieron mayoritariamente estar de acuerdo con “esa guerra defensiva” de Putin. Y seguramente son respuestas manipuladas ante el temor de ser acusados de “traición”, lo cual los llevaría a condenas tipo “Archipiélago Gulag”, denunciadas por el Premio Nobel de Literatura Solzhenitsin desde 1960.

Al constatar estos horrores de las guerras inspiradas por Rusia, uno concluye que la única forma en que ha sobrevivido la revolución bolchevique es a través del régimen de terror instrumentado por Stalin contra todos sus “camaradas”, incluyendo la persecución y asesinato de Trotsky en México (1940). Ese expediente después lo repetiría Jrushchov (1958-1964), Brézhnev (1964-1982) y, sorpresivamente, se abriría un paréntesis histórico bajo Gorbachov (1985-1991), el cual se reversó drásticamente durante los 25 años que ha cumplido Putin (2000-2025) en el poder, simulando un breve paréntesis en 2008.

A este respecto tiene especial relevancia la magnífica obra de historia-novelada de Leonardo Padura (2009 “El hombre que amaba a los perros”), completando ya 15 años de gran difusión internacional. Dicha obra ilustra el drama humano a través de diversos episodios de regímenes totalitarios, bajo la URSS y su nefasta influencia sobre Cuba.

Allí Padura devela cómo ese régimen de terror es el diario vivir de millones que no han tenido alternativa diferente a la de hacerle el juego al régimen, tratando de evitar o postergar sus crueles castigos a toda la familia del afectado. Por allí desfila la figura del asesino Ramón Mercader, al mando de Stalin, para finalmente asestarle el piolet en el cráneo a Trotsky. De joven, Mercader fue cayendo en las redes absolutistas del comunismo que en Barcelona enfrentaban a Franco y por esa vía se fue radicalizando, hasta ser uno más del régimen de terror aplicado globalmente para “salvar el sueño de Lenin”. En ocasiones, el lector concluye que Mercader no es sino otra víctima más, donde su madre, su amante y sus jefes le hacen saber que la prioridad está con “las causas de la revolución” y que, por supuesto, tal fin justifica todos los medios, por crueles que parezcan.

Pero Padura evita el cliché de dejar simplemente a Trotsky como la víctima, pues relata, en paralelo, como León uso métodos similares cuando comandaba “El Ejército Rojo” para acabar con el campesinado ruso y generando las hambrunas de 1919-1935. La compenetración de Padura con el Trotsky-humano, buscando la IV Internacional Socialista para salvar a la humanidad del cruel Stalin, evita caer en su absolución, pues pone en dimensión histórica que la falta de democracia conduce a que todos cometan, bajo dichos regímenes totalitarios, tales atrocidades.

Y trae fresco todo ese drama del terror a América Latina a través de la revolución cubana y su impacto (aún hoy) sobre una juventud reprimida y sin oportunidades de vida. El relator (protagonista) es un frustrado escritor cubano que, aun siendo premiado en sus inicios, decidió no hacerle el juego al régimen y abandona sus escritos por falta de motivación verdadera.

Hasta que, en una playa, encuentra por casualidad un refugiado que le ilustra sobre los nefastos efectos de un comunismo anacrónico, como el que Putin ahora revive de manera violenta: tras 100 años de opresión en Rusia y 65 años en Cuba. La Otan tiene claro que la estela de terror bajo el régimen de Stalin, Mercado, Castro y Maduro sigue viva y deben estar en guardia para contenerla, ahora elevando su gasto militar de 1% hacia cerca de 3%-5% del PIB.

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