Una fábula atribuida a Esopo relata el esfuerzo de una zorra por alcanzar unas uvas que pendían del viñedo, tras intentos fallidos, se consuela agotada diciendo: “ah casualmente estaban verdes”. Toda iniciativa, independiente del ámbito en la que se lleve a cabo, implica el éxito o el fracaso, unos nos preparamos más para recibir el resultado cuando lanzamos monedas al aire. Hay aspectos fundamentales en el ser humano antes de probar suerte o de “desafiar al destino” como muchos dicen: prever y construir escenarios hipotéticos, o simplemente aceptar el resultado con júbilo o desconcierto.
Un elemento que se olvida o nunca nos enseñaron, tiene que ver con la interpretación de los resultados, que se relaciona con la tan manida expresión moderna de la resiliencia. La pregunta ante el acontecimiento adverso en la vida y en los negocios, debe tender en primer lugar lo que la psicología sugiere como “establecer la versión”, es decir, ¿qué pasó aquí?, respuesta que debe ser desteñida de atenuantes. Lo inconveniente se resuelve con el establecimiento de realidades, sin tonos grises. La consiguiente pregunta para sortear la crisis y no trascender al caos, será la de ¿ahora qué hacemos?
Ambas cuestiones ameritan una indudable calidad de franqueza (no pesimismo) que permita el replanteamiento. El ser humano se replantea con lo que tiene y con el inventario de lo que le haga falta para lograr un resultado, propósito o fin. Además de las anteriores cuestiones y respuestas francas y sin medias tintas; debemos poner en marcha lo que poco hacemos bien: la interpretación de los resultados, a modo de cifras en rojo o metas no cumplidas con los consabidos porqués que dan paso al nuevo propósito. El ejercicio de administrar en las organizaciones modernas y en la vida diaria, parte de “lecciones aprendidas”. A veces el dictamen determina que perdimos, pero a la postre con el tiempo vemos que “no fue tanto” o que flotamos y justo para esto último se hace conveniente aquietarse, aclararse y moverse con asertividad. Perder es un punto de partida y no lo digo como consuelo de tontos, perder en blanco y negro, ayuda a sortear más fácilmente la contravía. Datos precisos conllevan a decisiones acertadas y la reflexión ante lo contingente, evidencia el modo y talante del perdedor.
“Estamos muy grandes para decirnos mentiras” sentenció un gran maestro iniciando una conferencia sobre la toma de decisiones. Si bien, mentir es malo, peor aún es mentirse a si mismo. Ni por euforia ni por derrota, idealicemos los acontecimientos organizacionales y personales, las cosas como son, si hoy perdiste en esto o aquello, hay probabilidad de ganar en ello o lo otro.
La cosa es que no siempre se gana, tan cierto como memento mori (seguro que morirás) . La cultura de formar únicamente exitosos determina como inaceptable el matiz viable, de perder. Perder hoy no implica quedarse perdidos. La vida es un Excel de perdidas y ganancias, acontecimientos rojos y negros, que debemos recibir sin palidez ni sonrojo.