Hombres y mujeres somos multidimensionales y con ello hacemos referencia a que no dedicamos nuestro pensamiento y acto a una sola cosa, tenemos motivaciones diversas, intereses comunes y otros dispares. Ahora que estamos en Colombia en auge político, no debemos perder esa dimensión que nos hace multi perceptores y pluri pensadores. En la antigüedad, hablar y ejercer la filosofía, implicaba a la política y la economía como acontecimientos de interés humano y no como un hecho exótico ni contingente.
La incidencia de la política en la economía y de esta en las personas es incuestionable, por ello no debiera ser un hecho ni vergonzante ni disruptivo. La diferencia en política no tiene porque alejarnos, por el contrario, debiera ser un corredor común ante la eventualidad de que sea este, aquel o aquella quien lidere el país, debería acercar a todos en torno a una causa que olvida el “ismo” y se transforma en “común”, el acuerdo, un punto de coincidencia para la mayoría gobernada, eso que llaman “el bien común”. El primer acuerdo del líder gobernante deberá ser aquel que beneficie y colme necesidades mayoritarias, sin perder de vista la diferencia.
Hace poco me encontré con una amable cita de Alain Badiou en su libro, “Elogio del amor” y que considero oportuna, además por que acude a la metáfora del amor de pareja, uno de los testimonios que tenemos más a la vista en el día a día, plantea entonces: “La esencia de la política está contenida en la pregunta: ¿De qué son capaces los individuos cuando se reúnen, se organizan, piensan y deciden? En el amor, se trata de saber si son capaces de a dos, de asumir la diferencia, volviéndola creadora. En la política, se trata de saber si son capaces, de a muchos, es decir como masa, de crear la igualdad”
Esto de los programas de gobierno no nos debe hacer perder de vista lo que debe ser un lenguaje y un propósito común: El bienestar de todos como punto de partida del desarrollo humano. El ingreso para un gasto que satisfaga las necesidades básicas y permita un margen deseable para el ahorro y el consumo, al mismo tiempo que es un gesto de comunidad porque si a todos nos va bien, en consecuencia, todos nos proponemos a seguir estando bien y a cuidar ese sistema que nos permite estarlo. No se explica entonces una actitud indiferente y mucho menos mezquina ante la preferencia política.
El debate, debe centrarse en una sentencia, aquella que garantice bienestar general, sintonizando entonces con el concepto etimológico de política Politiká , término griego que define, el asunto de las ciudades. Tener un marco general de la intencionalidad del bienestar y los propósitos que nos deben hacer comunes, nos llevaría a participar en armonía, consciencia y pragmatismo de lo que es bueno a todos, la diferencia que asumimos, desde la que partimos y no tiene porque llevarnos a la denominada contienda.