La transformación social se logra con educación y, la transformación territorial se logra con planificación, edificación formal y dotación de infraestructuras.
Para lo territorial, estamos próximos a tener nuevo Plan de Ordenamiento Territorial POT de la Capital, lo que ha de ocurrir en la primera semana de noviembre. Se encuentra en trámite en el Concejo. Si éste no se pronuncia, el proyecto presentado por la Administración, sin modificación alguna, puede ser sancionado por el alcalde Peñalosa como Decreto con fuerza de Acuerdo Distrital. Ésta ha sido la forma histórica de adopción de los POT de Bogotá y de la gran mayoría de ciudades del país, desde su obligatoriedad conforme a la Ley 388 de 1997.
Es la oportunidad para que el propio cabildo, por primera vez, produzca el Acuerdo respectivo. El nuevo POT lleva meses de construcción de manera seria desde Planeación Distrital, con trámite tortuoso ante las autoridades ambientales, con participación ciudadana, incluido el Consejo Territorial de Planeación, que sin acogerlo le hizo observaciones que enriquecieron el proceso. El trámite final está contaminado con las elecciones locales.
El POT busca la consolidación de Bogotá como una urbe densa, compacta y cercana. Debe contribuir a que sea más equitativa, con mejor calidad de vida y una región de alta competitividad. El texto es coherente con este sueño. Pero, la sola norma no lo logra; se requiere además compromiso ciudadano con la formalidad, avanzar en mejora de seguridad e infraestructuras sociales y de transporte.
El metro queda planeado y contratado la primera fase, hay que construirlo. La ciudadanía no soporta más la insuficiencia del transporte público y la congestión vehicular.
Hay inquietudes sobre este proyecto de POT, una relacionada con el cálculo poblacional, porque la tasa de crecimiento se está reduciendo, pero la demanda por vivienda si crece, por la inmigración, la disminución del tamaño de los hogares y el déficit habitacional. Además, es herramienta para combatir la generación de vivienda informal (19.500 al año) que se refleja en hacinamiento, prevé transformarse por producción formal de vivienda social. Bogotá debería dejar de expulsar gente a la Sabana, por lo que es adecuado densificarla, renovarla donde es pertinente y ocupar sus vacíos urbanos.
Con relación a lo ambiental, hoy existe unanimidad global que sea eje fundamental de la planificación urbana y regional. El proyecto de POT contempla la estructura ecológica y su adecuada articulación. La discusión está en que las áreas de reserva ambiental y bosques se puedan utilizar con senderos, con centros de investigación y otros usos compatibles a la protección, lo que contribuye a la apropiación y disfrute de la ciudadanía y su sostenibilidad.
Otra crítica, ha sido el permitir en barrios residenciales usos diferentes a vivienda; lo que se supera permitiéndolo solo sobre vías principales, donde además admite mayor edificabilidad. Han caído dardos en el plan norte, Lagos de Torca, que, en terrenos de expansión, para permitir su incorporación, le genera cargas urbanísticas, de modo que los propietarios y/o desarrolladores las asuman para permitir su construcción; dichas cargas pueden valer hasta tres veces más que este suelo disponible, respetando además la estructura ambiental y construyendo un urbanismo social de alta calidad.
El Concejo de Bogotá tiene la palabra.