Analistas

Educación en deuda

Sergio Mutis Caballero

La educación vive cambios complejos y vertiginosos, tanto estructurales como coyunturales, impulsados por factores culturales -como el hartazgo generacional-, tecnológicos -la sociedad algorítmica- y demográficos -marcada por la caída en las tasas de natalidad. Nada de esto es menor. Todo impacta cómo aprendemos, cómo enseñamos y qué país seremos.

La discusión sobre el futuro de Colombia siempre termina en los mismos lugares. Infraestructura. Inversión. Crecimiento. Innovación. Confianza. Pero evitamos la pregunta principal. ¿Y la educación? Sin formación de excelencia no hay economía que prospere. No hay empresa que compita. No hay sociedad que avance.

Las brechas son evidentes. Entre zonas urbanas y rurales. Entre colegios privados con estándares globales y escuelas públicas que aún luchan por tener techo digno, agua potable o docentes suficientes. Y la situación es crítica en regiones como Chocó, Vichada y Cauca, especialmente donde persisten los dialectos indígenas y la oferta educativa sigue siendo débil, dispersa y obsoleta. Allí los resultados de las Pruebas Saber 11 no sorprenden. Son el reflejo de un sistema que no rompe la desigualdad.

Pero este reto no se explica solo por infraestructura. Es un problema de visión. De propósito. De asumir que Colombia necesita una política educativa de Estado. Estable. Continua. Medible. A salvo de ideologías y ciclos políticos. Con prioridad en el niño que se sienta en el pupitre. No en la agenda del ministro de turno.

Para avanzar necesitamos maestros mejor formados y mejor remunerados. Incentivos reales para que investiguen, innoven y se actualicen. Liderazgo académico sólido en las instituciones. Libertad pedagógica con responsabilidad. Evaluación rigurosa. Carrera docente meritocrática. La educación no mejora con discursos. Mejora con resultados verificables.

Al mismo tiempo debemos actualizar la oferta educativa. Currículos alineados con la economía real. Competencias digitales. Pensamiento crítico. Ciencia, tecnología y matemáticas sin miedo. Formación técnica y tecnológica articulada con las empresas. Colombia no puede aspirar a crecer en un mundo algorítmico con aulas ancladas en un siglo que ya no existe.

El sector privado tiene un rol decisivo. No para reemplazar al Estado, sino para ser su aliado. Apadrinar colegios. Transferir conocimiento. Impulsar laboratorios de innovación. Fortalecer la formación dual. Abrir puertas para que el joven entienda que estudiar sí cambia destinos.

Colombia tiene talento. Tiene jóvenes con hambre de aprender. Tiene ejemplos de excelencia, incluso en escenarios adversos. Lo que falta es continuidad. Voluntad política. Financiación bien dirigida. Y una ciudadanía que deje de aceptar excusas.

La educación es el cimiento de todo. El país que queremos y necesitamos, empieza en la escuela. En el maestro. En el aula. Y no habrá desarrollo posible mientras sigamos educando a medias y ajenos a los avances tecnológicos.

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