Señor Timoleón Jiménez:
Soy un escritor, colombiano como usted, que sueña con poder vivir y envejecer pleno y tranquilo en Colombia. Siempre acostumbro votar y no tengo claro si lo haría por su grupo en unas elecciones. Sí puedo afirmar, y dejar por escrito, que la enorme ilusión es que ustedes estén en unas elecciones futuras, e inclusive que saquen muchos votos y puedan mostrar qué pueden hacer por mejorar la política, la equidad, la justicia, y se alejen para siempre de la tentación del fusil.
No es claro si respaldaría a las Farc con mi voto porque a pesar de entender, e inclusive compartir, muchas de las razones que los llevaron a levantarse en armas, creo que han cometido errores, y muchos, y enormes. El primero fue aislarse del país en su complejidad para reducirlo a la caricatura de que Colombia es poco menos que el barrio El Chicó y 49 millones y medio de pobres en la periferia.
Lo segundo es haber decidido que el derecho a gobernar se gana solo por la fuerza, por la contundencia y la brutalidad. Esa convicción, además de dejarlos sin alma, los pervirtió y les hizo despreciar su ideología de origen. Por eso, secuestrar se hizo parte de su lógica interna (“porque la guerra se hace con plata”), y mentir se les volvió un valor. Por eso consideraron lícito bombardear una iglesia y asesinar a 130 personas para acabar con cinco paramilitares, o negociar con una familia el regreso del cadáver de un secuestrado que se les murió en cautiverio. Por eso armaron y colmaron de odio a niños de 12 y 13 años, o atiborraron de minas los campos…
No consiguieron llegar al poder, pero si consiguieron llenarnos de miedo; de miedo hacia ustedes, pero sobre todo al tipo de sociedad que pondrían en práctica si nos gobernaran, aun más porque los modelos económicos que pregonan, con la vaquita y la gallina y la huerta, ya no pueden insertarse en la economía mundial.
Lo más perverso es que nos arrinconaron a tener que aceptar y seguir soportando a los pésimos políticos de siempre, venales, excluyentes, corruptos… Es que eran ellos o eran ustedes. El peso de la guerra en Colombia es tal que no ha habido espacio para que surja algo nuevo, moderno, eficiente.
Con todo, y hablo por mí, estoy dispuesto a pasar la página, a aceptar sin mucho aspaviento que ustedes hagan política, que no paguen cárcel sino penas alternativas, que logremos traerlos de la sombra a la que los arrinconaron gobiernos imbéciles, clasistas, y donde luego ustedes se eternizaron y criminalizaron. No pido justicia, pero sí verdad y reparación.
Es que este conflicto ya se nos hizo tan viejo que todos perdimos el horizonte con él; también los escrúpulos; porque con esta guerra ustedes no han conseguido cambios ni en la sociedad, ni en la cultura, ni en la distribución del capital, ni en la política. Ni siquiera han logrado desestabilizar al Estado y afectar la economía: en estos 50 años, el país no ha parado de crecer; los clanes políticos son los mismos y se pasan los privilegios de padres a hijos. El 55 % de la tierra está en poder de 1,1%, según Luis Jorge Garay. Cinco grupos manejan 92 % de la banca, según el Banco Mundial. Su guerra no ha logrado variar todo eso ni un ápice y, a cambio de ello, hoy tenemos 5.701.996 desplazados, según Acnur-Codhes, y nos hemos vuelto un pueblo crónicamente violento, agresivo. Y en medio de esa confusión que produce la guerra, el narcotráfico sigue pescando en río revuelto como un problema insoluble.
Señor Jiménez, la coyuntura actual es el último chance para que ustedes puedan salir airosamente de una guerra de la cual ya nadie sabe cómo salir ni cómo ayudarlos a salir; es que ya no queremos más muertos y el horizonte inmediato es fatal si se fracasa en Cuba y se le sirve en bandeja de plata el país a una ultraderecha mafiosa, mesiánica, moralista y confesional, y terriblemente corrupta, en manos de la megalomanía de un hombre.
Por favor, empiecen a pensar con sentido político. Detengan atentados, paren los secuestros, aun los dudosos secuestros de generales; aceleren las discusiones; dejen la arrogancia de puñetear en la mesa y hacer declaraciones que incendian los ánimos. Hagan en serio su alto el fuego unilateral.
El colombiano es un animal muy raro en la fauna de los pueblos: está hastiado de la guerra, pero no quiere verlos a ustedes en el Congreso o las asambleas; quiere la paz, pero clama airado cuando ustedes asesinan a soldados en Arauca, y guarda silencio o aplaude cuando el Ejército mata guerrilleros en Meta. En un referendo para validar los acuerdos de Cuba, hoy por hoy, ganaría el No. Y nos jodimos todos.
Le deseo una Navidad tranquila y un 2015 haciendo política, ojalá de la buena.