Analistas 27/02/2015

¡Qué maluca está Bogotá!

Yo siento a Bogotá muy enferma, decaída, como en una mala racha y con mal pronóstico. Mientras el alcalde Petro sigue con su modelo de ensayo y error, de palos de ciego, de declaraciones que terminan  siendo globos, provocaciones o meras constancias, la ciudad se nos lumpenizó sin remedio, y en todos los campos. Hoy Bogotá luce más fea, más sucia, más deteriorada, más desordenada, más al garete que hace 30 años, cuando todos nos avergonzábamos de ella.

Nadie tiene certeza de cuántos indigentes deambulan en las calles, sobre todo de las tres localidades del centro. El último censo fue en el 2008 y hablaba de 8.385, pero según una página de la Alianza Verde, a 2013 eran 9.000. La percepción, sin embargo, es que se multiplicaron por diez y están en todas partes. Son más o menos 30 los que duermen a pleno sol o deambulan por el parque de los periodistas; son una veintena los que viven ya de modo permanente, con colchones y algunos enseres, en el intercambiador de Transmilenio de la Caracas con la 26. Hay tres que se instalaron bajo el puente de la 80 con autopista norte, con armarios, camas, y hasta cuerdas tendidas de ropa. Y son centenares los que se volvieron dueños de los antejardines de Santa Isabel y sectores cercanos.

Hay vagones de Transmilenio en los que la hediondez es insoportable, pues uno o dos van sentados en los asientos anaranjados o azules. En otras palabras, pareciera que los indigentes se están integrando a la vida formal de la urbe, lo cual suena bien, pero esa integración nace más del descontrol, de la perplejidad del alcalde frente a la pobreza, y no significa mejoría en sus condiciones de vida y sí deterioro en las del resto de los ciudadanos.

Hablando de Transmilenio, es uno de esos espacios donde se nota sin atenuantes cómo la ciudad anda muy apaleada. Aparte de los indigentes y los ambulantes, el deterioro del sistema completo es abrumador y no solo en su parte física. Según datos de la propia Alcaldía, diariamente se cuelan 70.000 personas sin pagar, lo cual significa una pérdida de $110 millones al día, esto es $40.150 millones al año. Al principio los infractores eran graneados, pero ahora es posible ver grupos de hasta veinte o treinta muchachos entrando sin pagar a todas las horas. Y la Alcaldía pretende manejar un problema de esta magnitud con campañas ingenuas como “Tu vida vale más” y con meros policías bachilleres. La tendencia creciente a no pagar, además, tiene que ver directamente con el daño a las puertas de vidrio, ya que el modus operandi es que el primer colado atraviesa su pie para que los dispositivos no puedan cerrarse y luego entra el resto. En 2014 se destinaron $9.000 millones para el arreglo de esas puertas y se decidió multar con $589.000  a quien atentara contra ellas o se colara por los torniquetes y las plataformas. A la fecha no hay un solo multado por esa razón.

La calle 85 es otro eje patente de esta mala hora de la capital. En las siete cuadras de la autopista a la 15 se cuentan 252 vendedores ambulantes. La mayoría sigue siendo la misma gente pobre y jodida que vende libros, mangos, peluches, medias, etc. Sin embargo, una nueva raza de informales se viene tomando el lugar. Todas las mañanas en la 19 B se parquea un camión que vende “Mazamorra paisa”, y logra inclusive que se hagan filas. En la tarde y en la noche, varias camionetas acondicionadas bajan mesas y sillas, y las instalan sobre el andén para ofrecer pizza por porciones. Y el comercio legal se hunde. En octubre del año pasado un letrero en el vidrio de la librería Cervantes mostraba el drama en su magnitud: “Por habernos acompañado 50 años, a todos nuestros clientes, ¡Gracias! …Hasta luego”. Así se acabó una librería que muchos conocimos desde la niñez. Un mes más tarde, el restaurante español contiguo hizo lo mismo y pegó un cartel similar.

Muy cerca de allí, en la zona rosa, se encuentran varias de las calles más deterioradas de la malla vial bogotana. Ya no son los simples huecos grandes y pequeños, sino el fin del asfalto en cuadras completas, como ocurre con la carrera 14 entre 82 y 84, y la 12 desde Andino hasta la 85. Y cito estos lugares no como una pelea de buen burgués sino porque, según estudio de la consultora Mercer, en esta zona se encuentran los arriendos más caros de Latinoamérica después de Sao Paulo y Río. Si así están los ricos…

Me queda por hablar de esa lepra horrible que son los grafitis, algunos artísticos pero la mayoría meros mamarrachos que son vandalismo puro. También la basura, y la movilidad pésima, pero se acabó el espacio…

Y este sinvergüenza alcalde insiste en que Bogotá es hoy más humana que nunca.