Analistas 01/06/2021

Grado de inversión

Simón Gaviria Muñoz
Exdirector de Planeación Nacional

El reto no es solo la consecuencia de la pérdida del grado de inversión; entre el covid, el paro, la tributaria, el ritmo de vacunación y la incertidumbre de 2022, el panorama se está oscureciendo. No es solo que la inversión extranjera directa anual cayó 31% en comparación a mayo, nos estamos volviendo estructuralmente un lugar no atractivo para invertir. De esta crisis tiene que salir algo bueno, la economía no aguanta más, necesitamos una victoria, aunque solo sea en el frente fiscal.

El fracaso en prever la burbuja residencial de 2007 en EE.UU. puso en duda la eficacia de las calificadoras de riesgo. Muchos creen que los cambios de calificación son más formales que preventivos, ocurren después de cambiar la capacidad de pago. Por ejemplo, los bonos colombianos en los últimos años han tranzado por fuera del rango de grado inversión, a pesar de tener el calificativo. Puede que a pesar de no tener los fundamentales, nuestra reputación de buena paga postergó esta decisión.

El pesimismo de las calificadoras no es generalizado. Aunque Fitch está inclinada a retirar el grado de inversión, para Moody’s Colombia sigue estando a dos escalones de perderlo. En América Latina durante el último año, S&P desmejoró 73 emisores y mejoró la perspectiva de 12, con 50% de las mejoras ocurriendo en el último trimestre. A Barclays la decisión de S&P sobre Colombia le pareció prematura, pues con el rasero que juzgan a Colombia, al grueso de países emergentes también les desmejoraría su perfil crediticio. En todos hay pandemia.

El verdadero problema de Colombia es que está en el borde. El nivel más bajo de grado de inversión es BBB-, que al pasar a BB+ se convierte formalmente en inversión especulativa. La mayoría de los fondos de deuda tiene restricciones o prohibición total para invertir en esa categoría. De ahí que, debido a la reducción de la calificación, Morgan Stanley estima las ventas obligadas de deuda colombiana en US$5.100 millones. Al perderlo, esta nueva realidad hace que el crédito para emisores como Colombia sea más costoso, en promedio 1,33% más al año. El Gobierno tendrá que dedicar más recursos a pagar intereses, dejando menos para otras necesidades. Este problema no es solo para el Gobierno.

Si el soberano pierde el grado de inversión, todas las empresas del país también lo pierden, es un efecto dominó. Ya cinco empresas, dos financieras, y Bogotá lo perdieron. JP Morgan, por su parte, estima que en mayo Colombia sufriría US$11.000 millones en retiros de deuda pública y privada. Esto también cobija a las entidades financieras lo que, en consecuencia, encarece aún más el crédito. En conjunto, con la propuesta de sobretasa al sector bancario en la próxima tributaria, endeudarse en Colombia se va a volver imposible. El ajuste fiscal tiene que llegar, estamos expuestos a un alza global de intereses.

No en vano James Carville, estratega político de Clinton, decía que le gustaría reencarnar en el mercado de bonos porque así podría intimidar a cualquiera. Ojalá de esta crisis salga el ímpetu para volver a hacer reformas estructurales, el país grita por cambio. Hay que volver a empezar a ganar otra vez. Derrotando la corrupción, vacunando más rápido, recuperando el grado de inversión. Con todo al mismo tiempo, es muy difícil avanzar.

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