Mucho revuelo causó el estudio de Futuros Urbanos sobre el incremento del uso de armas de fuego en Bogotá de 2016 a 2020. Situación que contrasta con un descenso de 1% a nivel nacional en homicidios sobre el mismo período. El centro de pensamiento, liderado por Omar Orostegui, detalló cómo en Bogotá el uso de pistolas aumentó 14% en homicidios, 15% en hurtos, 215% en hurtos Sitp y 42% en hurtos de bicicleta. Durante este período, según la CCB la percepción de inseguridad pasó de 42% a 76%. Menos discutido, pero más escandaloso, es el incremento del sicariato en la Capital en 336%. Hay que actuar ya, el microtráfico armado viene al alza. Si está documentado que esto está pasando en Bogotá, puede ser un fenómeno nacional.
De 2010 a 2020, la importación de armas en Colombia se multiplicó 23,5 veces, llegando a 190.000 por año, el país está inundado de armas. El acceso al mercado ilegal cada vez es más fácil. Además, para el año 2019, según el Dane, el consumo de sustancias psicoactivas en el país, entre 12-65 años, alcanzó 9,7%. La Fiscalía estima pueden ser más de 600 bandas atendiendo un mercado potencial de más de cuatro millones de consumidores. Proliferación de armas más un mercado robusto de microtráfico, pueden explicar el incremento del sicariato en Bogotá y en otras zonas del país. Con la transición de Colombia hacia un país consumidor, el mercado de narcomenudeo superaría $7,5 billones, actualizando el estimado de DNP.
Al comienzo de la pandemia, muchos analistas esperaban descensos de inseguridad previendo la cuarentena. Con la gente guardada en las casas, se esperaba que ocurrieran menos riñas, pero mayor violencia intrafamiliar. Si bien el sicariato cae levemente en Bogotá frente a 2019, siguen siendo 259 casos y la tendencia es al alza. Mientras en 2016 2,2% de los homicidios está pendiente por esclarecer, en 2020 son 34,3% los homicidios que no tienen asignada una modalidad. La realidad puede ser peor que los datos. Sin duda la mezcla de microtráfico con incremento de armas callejeras es un coctel letal aún en pandemia.
Un estudio del Journal of Empirical Legal Studies muestra cómo aprobar leyes facilitando el porte de armas en 33 estados de EE.UU. llevó a un incremento posterior entre el 13-15% de crímenes violentos. En Colombia el mecanismo de legalizar munición y armamento por parte de algunas empresas privadas de vigilancia requiere más control. Igualmente, la falta de regulación sobre armas traumáticas se requiere, su modificación para convertirlas en letales es evidente. Reconociendo que muchos en zona rural necesitan protección, la decisión del Gobierno que la policía no pueda acceder a las bases de datos de las fuerzas armadas para saber a quién se le han dado armas, hace de Colombia más inseguro.
Aunque muchas veces el incremento sicarial se explica por la lucha territorial al desmantelarse una organización criminal, otro fenómeno asociado al control territorial del microtráfico es el uso de armas fuego en otras modalidades. Lo que el ladrón de esquina hacia con cuchilla, la banda lo hace con revolver. Más investigación se requiere para entender el incremento del sicariato en la Capital. Como país no nos arrepentiremos si le bajamos a la abundancia de armas, en el marco del creciente microtráfico.