Juntas directivas híbridas: a la vanguardia
Las empresas y sus órganos de gobierno han sido protagonistas del cambio histórico que vive el mundo desde hace más de un año. Esta transformación no se limita al ámbito digital; representa un giro radical de ciertas costumbres y tradiciones que parecían inamovibles, hasta que de manera inevitable y acelerada dieron paso a nuevos modelos que representan una completa renovación, no solo tecnológica sino cultural. Por supuesto, las juntas directivas cumplen un papel crucial y de su adaptación ágil a la nueva realidad depende, en gran medida, el rumbo de la organización.
Las juntas directivas y sus dinámicas han cambiado de manera inevitable y sus miembros no pueden ser ajenos a estos vientos de renovación. Un ejemplo significativo se evidencia en las sesiones. Durante más de un año las reuniones de junta directiva se llevaron a cabo de manera virtual. Actualmente, con seguridad ya muchas de las sesiones se realizan de manera híbrida o, incluso, presencial. Sin embargo, pensemos en los beneficios que han traído consigo los formatos remotos o híbridos para el desempeño de las organizaciones y, además, para una eficaz y oportuna toma de decisiones por parte de la junta, el CEO y los equipos directivos.
Conceptos como la reinvención deben ser entendidos de manera amplía, con una visión global que va más allá de lo tecnológico y lo digital; ante todo, representan un nuevo panorama cultural para el que las juntas deben estar preparadas con apertura y optimismo. A pesar de las dificultades que hemos aprendido a sortear, la transformación ha sido fructífera. Según un estudio presentado recientemente por Bloomberg, la productividad aumentó 5% en Estados Unidos, gracias al ahorro de tiempo en los desplazamientos. ¿Hemos pensado que la reducción de tiempo, muchas veces excesivo, que pasábamos en el carro, en aeropuertos y aviones también debió redundar de manera positiva en la efectividad de las sesiones?
Ante este panorama han surgido nuevas plataformas y tecnologías que facilitan los encuentros remotos que preservan la salud y la integridad de la sociedad. Sin embargo, el desconocimiento causa muchas veces aversión y, con ello, los errores emergen en momentos de crisis e incertidumbre que exigen en los órganos de gobierno toda la atención y las mejores decisiones. Creemos saber suficiente al haber adquirido la destreza para unirnos a una sesión de Teams, Zoom o Google Meets, sin detenernos a pensar que estas probablemente son muy buenas herramientas para las reuniones familiares, pero no para compartir la información más cuidada y privada de nuestras organizaciones. Con ello cabe anotar que existen otras plataformas y herramientas propicias y adecuadas para las reuniones de los directorios, que garantizan mínimos estándares de ciberseguridad sobre la información sensible, propia de las sesiones de trabajo de los órganos de gobierno.
Es probable que los formatos híbridos supongan erróneamente una reducción significativa en la participación y los aportes en las sesiones y reuniones. Algunas de las razones de esta suposición pueden ser el desconocimiento de la mayoría de sus miembros de las herramientas propias de la nueva realidad, la percepción de ser menos eficientes por no ser todas presenciales o, incluso, el decaimiento en el ánimo, situación común en estos tiempos.
A este respecto, vale resaltar que según una investigación realizada antes de la pandemia por Tuck Rickards y Rhys Grossman y publicada en Harvard Business Review, el talento y las habilidades digitales escasean en la alta dirección y, por supuesto, en los miembros de juntas directivas. La coyuntura ha obligado a reformular de manera acelerada los procesos de transformación al interior de las organizaciones. En este punto, han surgido dos errores frecuentes: en primer lugar, creer que esta realidad es un fenómeno de estricta transformación digital y no cultural y, en segundo lugar, pensar que estos procesos de transformación deben asumirlos los otros y que no corren por cuenta de la junta ni de sus miembros.
Al contrario de esta postura desafortunada, el mismo estudio concluye y ratifica que el rol del directorio es fundamental para el éxito de los procesos de transformación que se emprendan. En este sentido, la cultura organizacional es fuente determinante para un cambio encauzado hacia un ecosistema digital que debe ser decidido y no improvisado.
Esta realidad exige juntas directivas preparadas, así como disposición y humildad de sus miembros que les permita admitir que son apremiantes tanto su preparación, como contar con asesores que ayuden a ilustrar todo el horizonte que comprende esta nueva realidad y que probablemente se desconoce.
Por ello es necesario que los directores, así como los CEO y sus equipos directivos, saquen a relucir su talante de liderazgo; en la actual coyuntura de tormenta e incertidumbre les correspondió capitanear unas embarcaciones que, en medio de la tempestad, luchan con esmero por no perder el rumbo para llegar a buen puerto. Deduzcamos de esta analogía que aquellos barcos son las organizaciones, la tripulación y los pasajeros son la sociedad y el buen puerto es el futuro que inevitablemente nos espera: hoy por hoy las organizaciones guían el rumbo de la sociedad y -del papel de sus órganos de gobierno y de sus directivos- depende que ni las empresas ni la sociedad sucumban ante la adversidad.
Hemos afrontado con valentía esta transformación, un concepto que con seguridad causaba rechazo o temor, pues pensábamos que era, en esencia, un asunto que correspondía solo a las áreas de IT. Veamos con alegría y optimismo que durante más de un año nuestras decisiones han determinado el rumbo de ese cambio que va más allá de las herramientas digitales y asimilemos que esta nueva revolución, más que tecnológica, es cultural y, además, irreversible.