Analistas

Educar a nuestros hijos para la era de la IA

Ugo Posada

Pocas sensaciones generan tanto malestar en la mente humana como la incertidumbre. La necesidad de tener control sobre el devenir de nuestras vidas es fundamental para nuestra tranquilidad. Hoy hay muy poca claridad sobre el futuro de la humanidad, con su consecuente impacto en nuestra paz mental.

No me queda duda de que el mundo va a cambiar profundamente más pronto de lo que quisiéramos creer, muy probablemente en la próxima década. En mi mente hay pocos escenarios en los cuales la inteligencia artificial no se convierte en la especie alfa en la Tierra en este período de tiempo. No tengo certeza de cómo será con exactitud, pero tengo la intuición de que así ocurrirá.

Este desenlace es probablemente inevitable. Así como en los 80 hubo una proliferación masiva del arsenal nuclear por el afán de Estados Unidos y Rusia por ser la potencia armamentista líder, en nuestros tiempos hay una carrera acelerada entre naciones y compañías de tecnología por llegar primero a la dominación en IA.

Esta competencia desembocará en el surgimiento de una superinteligencia con velocidad de procesamiento incomprensible para nuestro cerebro, y con acceso inmediato a todo el conocimiento que la humanidad ha generado en su historia.

Ante este escenario incómodo, oigo con bastante frecuencia a padres angustiados preguntarse cómo deben educar a sus hijos para este futuro tan incierto, y, aunque mal haría en creerme un experto en pedagogía, me atrevo a compartir mi opinión, fundamentada en el razonamiento de tecnólogos y filósofos.

Primero, debemos educar a nuestros hijos a relacionarse de manera productiva e intuitiva con la tecnología. Que crezcan desarrollando su razonamiento crítico y lo complementen con la potencia de la IA. Hay que fortalecer su capacidad de pensamiento independiente y en paralelo volverlos nativos en su interacción integrada con computadores. Ser reaccionarios solo los va a inhabilitar en un mundo potencialmente híbrido.

Segundo, debemos enseñarles a ser buenos seres humanos. A tener principios morales sólidos, a tener empatía y a cuidar nuestra casa. En un mundo en que no dominaremos como especie, los lazos comunitarios entre nosotros toman aún mayor relevancia. Vivir en sociedad, en paz, tendiendo puentes entre personas y comunidades, les permitirá no solo subsistir, sino hacerlo con más felicidad.

Tercero, debemos darles herramientas para ser útiles en un mundo posiblemente análogo para la raza humana, dotarlos con las capacidades para sobrevivir en el planeta de manera autónoma, contribuyendo individualmente, con sus mentes y sus manos, a una sociedad más comunitaria. Necesitaremos matemáticos, físicos, biólogos y médicos.

Necesitaremos botanistas, plomeros, constructores y granjeros. Entender los principios básicos del conocimiento humano y aplicarlos sin necesidad de herramientas tecnológicas va a ser crucial. Ser capaces de subsistir físicamente por sus propios medios va a ser vital.

Para no parecer fatalista, puedo imaginar una inteligencia superior que priorizará el cuidado por el planeta y buscará una convivencia armoniosa entre todas las especies que lo habitamos. En ese mundo, los tres puntos que propongo son válidos.

No seremos la especie más inteligente, pero nuestros hijos podrán vivir mejor en la medida en que sean capaces de comunicarse efectivamente con la IA, que sean buenas personas, y que puedan valerse por sus propios medios. Si mis pronósticos son ciertos, estos principios de educación les permitirán subsistir. Si erro, habremos educado una generación de buenos seres humanos: competentes y compasivos.

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