Uno de los temas de moda en Colombia, entre los economistas, es la inflación. Esta alcanzó 7,45% en términos anuales en febrero, la mas alta desde 2008. El resultado para febrero resultó en la revisión de las proyecciones de inflación entre los analistas para fin de año, que ya rondan alrededor de 5,5%. Esto tiene varias implicaciones preocupantes.
De una parte, el Emisor incumplirá una vez más con su inflación objetivo. Por otro lado, en la medida en que estos resultados alimentan las expectativas de inflación, el Banco de la República se verá forzado a seguir subiendo sus tasas con el fin de alcanzar por lo menos su nivel neutral en términos reales. Ya hay quienes anticipan que las tasas lleguen hasta 7,25%, lo cual parece elevado.
No hay duda de que la situación para el Banco es difícil, viéndose en la necesidad de subir tasas, a pesar de que la economía se está desacelerando, con el fin de anclar las expectativas de inflación. De hecho, en las circunstancias actuales, con el precio del petróleo deprimido, y la menor demanda global, la economía colombiana probablemente crecerá cerca de 2,5% este año. Sin embargo, la herramienta para controlar la inflación son las tasas de interés, y la estrategia del Banco es la correcta.
Ahora, recientemente se ha hablado de otras políticas menos ortodoxas para controlar el crecimiento del nivel de precios, tales como reducir el precio del combustible. Este tipo de política parece desconocer lo que realmente es la inflación y por ende cómo se controla. Reducir el precio del combustible implica un cambio en los precios relativos; esto es, el combustible se hace más barato frente a otros bienes.
Por lo tanto, reducir el precio del combustible no reduce la inflación, sino que le permite a los consumidores bien sea consumir más combustible, o consumir más de otros bienes con el ingreso que se libera. Por lo tanto la inflación sigue igual. El Gobierno puede optar por una medida de este estilo si quiere estimular el consumo de otro tipo de bienes, pero no para controlar la inflación.
De manera similar, el Ministerio de Agricultura se ha quejado de los elevados precios de alimentos cobrados por los supermercados, a los que les atribuye la aceleración en la inflación. Este argumento no solo es errado, sino peligroso. Recordemos que con argumentos similares buscó Hugo Chávez reducir la inflación en Venezuela, reduciendo el precio de los alimentos. Esta política solo generó escasez, pero poco hizo por la inflación.
El que la variación en el IPC muestre una elevada contribución de los precios de los alimentos, o de cualquier otro bien, no quiere decir que está sea la causa de la inflación. La inflación se define como un incremento en el nivel general de precios, por lo que un cambio en los precios relativos no debe tener efecto sobre la inflación. Milton Friedman, premio Nobel de economía, decía que “la inflación es siempre, y en todas partes, un fenómeno monetario”. Esto implica que la herramienta idónea para controlar la inflación es la tasa de interés.
En este orden de ideas, le corresponde al Banco de la República, mediante la política monetaria, el control de la inflación. El Banco deberá seguir subiendo tasas, como lo ha venido haciendo, buscando restringir la demanda de bienes y servicios. El Gobierno puede ayudar reduciendo el gasto público. Ambas cosas contribuyen además a reducir el déficit en cuenta corriente. Todo lo demás es equivocado desde el punto de vista económico.