La economía colombiana probablemente crecerá 2,5% o menos este año. La mayoría de las contingencias negativas se han materializado. El precio del petróleo cayó a niveles impensables, y su supuesto efecto de estímulo sobre la economía mundial ha sido sorprendentemente bajo. De hecho China tendrá un crecimiento regular y Estados Unidos también crecerá menos de lo anticipado.
Con esos precios del crudo, la producción petrolera en Colombia será menor; y esto permeará de manera negativa otros sectores de la economía como el transporte y la industria. El déficit en cuenta corriente permanecerá elevado, y la tasa de cambio débil, restringiendo el consumo y la inversión. Este año y el próximo serán difíciles y los retos en política económica sustanciales.
Sin embargo, en el mediano plazo el escenario puede ser bastante mejor. Y no por qué el precio del petróleo suba, aunque ojalá lo haga, sino porque pueden darse cambios estructurales que pongan a la economía en un sendero de expansión. De una parte está la inversión en infraestructura; el efecto más importante de la inversión en las denominadas 4G no es su impacto en la construcción este año y el próximo. Estas carreteras deben ayudar a cerrar una inmensa brecha en infraestructura que restringe la productividad del sector privado. Una vez el país esté mejor conectado, se incrementa la rentabilidad de la inversión privada, lo que atrae más inversión.
La inversión privada es una pieza fundamental de la estrategia de crecimiento de un país. Colombia ha hecho grandes avances en este sentido, y durante los últimos años la inversión ha crecido atraída por un buen manejo macro, estabilidad política e instituciones fuertes. Sin embargo, aún falta por hacer.
Se debería aprovechar la próxima reforma tributaria - cuando sea que se presente - para reducir los impuestos a las empresas; la comisión de expertos reconoce que bajo el sistema actual se grava de forma excesiva la inversión. Esto puede haber traído ingresos fiscales de corto plazo, pero costos elevados en crecimiento hacia el futuro. Así mismo, los esfuerzos del gobierno para invertir en educación son bienvenidos, ya que en el largo plazo, además de dignificar la vida de todos los colombianos, esto debe permitir construir las capacidades que permitan atraer más inversión y hacerla más rentable.
Adicionalmente, después de 2018 ya deberán hacerse palpables los efectos de un eventual acuerdo de paz sobre la economía. Si bien en el corto plazo el dividendo económico será limitado, la paz es una herramienta fundamental para crear cohesión social y política. Michael Spence, premio Nobel de economía, recientemente subrayaba la importancia de la inclusión social como estrategia de crecimiento económico. Colombia actualmente invierte en reducir la exclusión a través de la educación y la paz. Esto deberá resultar en una sociedad menos desigual.
En Colombia la política económica se ha manejado bien por más de 15 años. Los desequilibrios macroeconómicos actuales son preocupantes, pero la estrategia de crecimiento de largo plazo es buena. Se está invirtiendo en los sectores correctos y los réditos en los próximos años pueden ser muy importantes.
El problema es cómo se está financiando; ahorro externo (esto es, mayor déficit en cuenta corriente). A Colombia le puede tomar un par de años restablecer la salud macroeconómica, y el ajuste será doloroso (sin duda más impuestos, y menos gasto), pero si el Gobierno logra un ajuste responsable la apuesta en el largo plazo es la correcta.