Nos podríamos haber ahorrado las elecciones parlamentarias. Aunque no es una cifra oficial, echando números alegres y con base en diversas fuentes serían algo más de quinientos mil millones de pesos, teniendo en cuenta que las de 2018 costaron alrededor de cuatrocientos cincuenta mil y la inflación se ha disparado en este último año. Y medio billón si alcanza para mucha cosa.
Porque después de la lamentable rendición de partidos políticos como el Conservador, el Liberal o el de la U al Acuerdo Nacional propuesto por el recién elegido Gustavo Petro, se terminó de romper ese delgado velo con el que muchos congresistas escondían en algo sus verdaderas motivaciones. No sé de que se trate el famoso Acuerdo pues hasta ahora, si ya está escrito, no es público, pero independientemente de su contenido, es imposible encontrarle algún lado positivo a esa movida.
48 millones de personas no pueden gobernar a un país, pero, como lo establece el artículo tercero de la constitución, la soberanía sí reside en todos nosotros, y la ejercemos de manera directa o a través de representantes. Precisamente por eso gastamos billones de pesos de los impuestos que esos 48 millones de personas pagamos (el presupuesto para elecciones legislativas, presidenciales y de juventud para el 2022 era de alrededor de $1.2 billones), buscando que las personas que resulten elegidas por nuestros votos nos representen.
La historia nos ha demostrado que ese principio en Colombia no se cumple, o en el mejor de los casos, se cumple de a poquitos. El clientelismo y la corrupción que se ha visto a lo largo de los años en quienes ocupan las curules de Senado y Cámara de Representantes ha evidenciado que el botín burocrático y el interés personal siempre han sido las consideraciones con mayor peso en las decisiones de quienes deberían defender el interés público. Ahí no hay nada nuevo. Lo novedoso es el descaro con el que en esta ocasión lo están haciendo. No es posible que mientras la diferencia entre quienes votaron por uno y otro candidato en las elecciones presidenciales sea de 3% la casi totalidad de los congresistas que se van a posesionar van a apoyar al que resultó ganador.
No se trata de ir en contra del nuevo Presidente porque sí. Se trata de promover las aspiraciones de esa otra mitad del país que cree que hay una forma mejor de hacer las cosas que la que propone el Pacto Histórico. Solo es mirar un poco más allá de las fronteras para ver que esa democracia es posible. La reciente Ley en materia de control de venta de armas aprobada en Estados Unidos nace de una propuesta presentada por Demócratas y Republicanos. En España, sin entrar en el mérito de la propuesta, el gobernante PSOE logró pasar la Ley contra el Proxenetismo gracias al apoyo del PP que lidera la oposición. ¿Porque entonces es tan difícil que eso pase en Colombia?
Para mi es un tema de incentivos. En un país donde las oportunidades son tan escasas, es más fácil ser un mal político que un buen emprendedor, innovador, ingeniero o la profesión que se les ocurra. Es que esto de ser politiquero y de aprovechar lo público en beneficio personal a través de coimas, repartijas o amaños ya se les volvió un estilo de vida. Ni vergüenza les da.
Lo preocupante es que están metidos en un círculo vicioso en el cual las instituciones extractivas de las que ellos hacen parte no tienen ningún incentivo para generar los cambios que todos, en principio, buscamos para lograr una mayor inclusión y mejores condiciones para los 48 millones de colombianos. ¡Y ellos son los que en principio nos deben representar para precisamente lograr ese cambio! Al parecer ese votico se perdió.